martes, 14 de octubre de 2008

HABITACIÓN DE HOTEL

Sentada al borde de la cama de la habitación de hotel todo era nuevo a su alrededor. Las paredes pintadas de blanco grisáceo, la moqueta verde de tacto suave, los muebles austeros de caoba oscuro, la cama… Se había quitado el traje color gabardina que aún conservaba la etiqueta con el precio, y los zapatos de punta redonda, recorridos en las comisuras del empeine por una única arruga fruto de una primera postura. Después, había ido al lavabo, blanco, ordenado, y se había lavado la cara con un jabón de fragancia indefinida. Se sentó en la cama y su piel se sorprendió cuando rozó la tela fría y desconocida. Se echó sobre aquel mar blanco que prometía nuevas ilusiones y respiró el olor a limpio.
Le pareció que habían transcurrido años desde su llegada. Se incorporó, y vio el trozo de papel doblado que descansaba en la mesilla de noche. Lo cogió y lo desdobló. Tenía profundas grietas en los dobleces, las esquinas despuntadas y la tinta parecía vibrar nerviosamente a punto de estallar de un momento a otro. Lo leyó como tantas veces lo había hecho y miró a su alrededor. Entonces se dio cuenta de que aquel trozo arrugado desentonaba con aquella habitación, con sus ropas, con ella misma. Porque todo era nuevo, todo, menos el papel.

En el silencio se oyeron unos nudillos golpear la puerta tímidamente. Se levantó sin soltar el papel y se puso el traje color gabardina a medio abrochar. Tras recomponerse un poco el pelo, abrió. En la penumbra, una chica de uniforme sostenía una carpeta entre sus manos.

-Disculpe señora, pero no tengo anotado si le hemos puesto toallas limpias.
Ella miró a aquella chica de aspecto sonriente.

-No se preocupe, ya he comprobado que las toallas están recién puestas. Muchas gracias.
-De nada, señora –asintió la chica con la cabeza.
-Perdone –le detuvo ella-. ¿Le importaría deshacerse de este papel?

La chica miró la pequeña hoja amarillenta y asintió nuevamente.

-Como quiera, señora.

-Y, por favor -le advirtió-, no lo lea. Su contenido puede destruir a quien lo haga. Conmigo, casi lo consigue.

6 comentarios:

Lola García Suárez dijo...

Bueno Isa, hablamos de que este cuadro podría inspirar un relato. Ya he visto que has colgado el tuyo y te prometo que yo ya tenía el mío terminado. Así que nada, aquí lo muestro. Me encanta lo que puede dar de sí esta obra y animo a los demás.

Isa dijo...

Cuando he abierto el blog me ha dado mucha alegría ver el tuyo colgado. Cuando lo he leído me ha resultado muy visual. Me he acordado de Laura llegando a París, haciéndose con todo lo que la rodeaba. Tu descripción se asemeja al principio de mi novela y me da el empuje para seguir. Gracias, Loli. Me ha gustado ese final y el misterio que lo envuelve. Y, sobre todo me encanta compartir con vosotros este tipo de ejercicios. Sigamos así, y anímese el resto.

Peneka dijo...

Un relato muy bien descrito, llevandonos de la mano hacia un final inesperado, abierto, de película de suspense.

¿qué decía ese papel?
¿hablaba de la crisis mundial?
¿del fin del mundo?
...

¡Qué más da!, el relato es bueno y eso es lo que importa.

¿sabremos algún día que decía ese papel arrugado?

GABI dijo...

Me ha encantado el relato...muy interesante e intrigante.
a mi personalmente las habitaciones de hotel siempre me transmiten soledad y cansancio...no se porqué.
Besitos!

Gabriel dijo...

El relato es intrigante. Me gusta además que seas capaz de cambiar la velocidad de la acción a tu antojo: Pasas con facilidad de la descripción con cámara lenta a lo largo de la habitación, en detalle, a lo fulgurante de enfrentarse a un papel diabólico. Eso es posible gracias a que no sobran palabras. El final es abierto, como debe ser; escueto y misterioso.
Besos.

Laura dijo...

Me ha gustado mucho tu relato, y apostaría que el papel enconde un mensaje de amor. O de desamor más bien.
Besos.