jueves, 20 de noviembre de 2008

COLORES.

 

Yo defendí siempre el rojo. Mi mujer, Esperancita, el verde algo limón. ¡Pues hoy tengo yo claramente razón en que era mejor el rojo! Otras veces, no lo niego, tiene ella razón y yo no, como aquel domingo de abril, en el que yo quería una mermelada poco espesa para el pastel de manzana. Al final le dije “Esperancita, tú tienes más razón que un santo, y es mejor poner la mermelada más espesa para el pastel de manzana”. Y ella se la puso y los dos nos comimos el pastel. Hoy, en cambio, habría sido mejor poner las llaves del coche en el llavero rojo, porque al ponerlas en el verde limón y haberse caído el llavero con las llaves del coche en el césped y de noche, seguramente nos van a coger los guardias del banco que acabamos de atracar; y los dos hemos venido sin gafas, porque la otra vez se nos atascaban las patillas de las gafas con los pasamontañas y hoy nos las hemos quitado, pero no vemos casi nada bien sin ellas. Esperancita y yo creemos que habría sido mejor ponernos medias en la cabeza en lugar de pasamontañas, lo que pasa es que no había de mi talla, ni de invierno siquiera, y ella no se las puso porque nos gusta ir a juego.

Hay que ver lo cerca que se oye a los guardias.

3 comentarios:

LaRubia dijo...

Hasta pa robar hay que tener experiencia acreditada y ser menor de 45 años ¡qué mundo este!

Isa dijo...

Eso es empatía. El giro tremendo que haces después justo de plantear una escena tan normal, tan hogareña como es hacer una tarta, compañero, es genial. El final, para morirse, con esa aparente tranquilidad, como si no fuera con él la cosa. Me encanta este relato. Te ha salido redondo.

Lola García Suárez dijo...

Ja, ja, ja. ¡Qué bueno! Me he imaginado a Bonny and Clyde ya un poco pasaditos después de hacer una especie de "Atraco a las tres".