jueves, 27 de noviembre de 2008

A SABER

Me enamoré de tu vista

cansada, o sea, presbicia,

pero no de tu mirada

porque me cegó la lista

de pamplinas de novicia,

o monja recién entrada,

que dabas como noticias

en lugar de no hablar nada.

 

Maribel, me tenías loco

de sentencias aplastantes.

Tú no sabes bien lo poco

que me sobró del aguante.

Desde el principio, de novios,

decías lo inconveniente

sin mirar si había gente

o si causabas oprobio,

largando así, de repente

lo que para ti ocurrente

a mí me daba el agobio.

 

A la Academia pedí

ayuda al hablar, la forma

prudente al decir, la norma

y dos libros adquirí.

Los leíste junto a mí,

con atención y detalle,

pidiéndome que me calle

si te intenté corregir.

Cerrado que los hubiste

académica te vi,

con ciencia infusa dotada.

Y como lerdo me viste.

A partir de entonces fui

muy cerquita de la nada

considerado por ti.

Ya frases breves, brillantes,

contumaces, indudables,

hables lo que sea que hables:

Lo contrario que hacías antes.

Consecuencia de lo cual,

listillo y solo me hallo.

La próxima que hable mal

No digo nada y me callo.

 

3 comentarios:

inma dijo...

Extraña historia de amor y letras. Yo a una así la habría plantado a la primera, pero me alegro que el escritor tenga mucho más aguante, ja, ja ,ja.

Isa dijo...

¡Uy, qué bueno, Gabriel! El poema y el pobrecito que tenía que aguantar al cenutrio ese. Te felicito por tu creatividad y por tu arte.

Anónimo dijo...

Jajaja! Una historia de trovadores contemporánea. El "Maribel, me tenías loco" le da realismo y fuerza. Amor "trivial".