domingo, 16 de noviembre de 2008



A ti, árbol de la ribera

No es negra y sombría tu muerte.

Principio y fin de tus días.

El sol derrama en tus hojas,

fuego vivo y alegría.

Nos llenas de luz los ojos,

álamo de la ribera mía.

De calma cada recodo,

segundos de nuestras vidas.

No es negra y sombría tu muerte.

No es pena ni melancolía.

Es sosiego del espíritu.

Es color para la vida.

4 comentarios:

Gabriel dijo...

¡Subidón de poema!
Una hermosa conversación con el espíritu de esos árboles.
Besos frondosos.

Isa dijo...

Precioso, Beli. ¡Qué no daría yo por una horita sentada entre los álamos, sin hacer nada; sólo admirar con los ojos, con los oídos y con el pensamiento, como has hecho tú en este poema! Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Qué bonito, Beli. Me encanta cómo combinas la luz y la oscuridad ante los ojos de la muerte, como riegas de colores mi tronco húmedo, mis raíces asentadas en un bosque frondoso donde la vida se alarga, rama a rama.

Lola García Suárez dijo...

Sencillamente sensacional. Cantado con un profundo sentimiento. Me encanta.