domingo, 30 de noviembre de 2008

Un pálpito hecho voz

LLevo implícito el perfume de tu cuerpo en mi sangre,
anoche te abracé tan fuerte que sentí
como mi pecho absorbía el tuyo.
Te adentraste en una aurícula y allí,
con el peso de tu existencia, desplazaste de su sitio al alma,
ese aire turbulento que ocupa el punto más meridiano
de todo mi incansable músculo.
La empujaste tan fuerte
que por las arterias se me escapó hasta la garganta
y grité tu nombre en forma de sonrisa.
Entonces te recuperé de nuevo,
esta vez como un sonoro recuerdo y así quiero conservarte
para que cuando el inconsciente me invada
hagas eco en mis recovecos
expandiéndote por mis espacios
con cada uno de mis impulsos nerviosos.

3 comentarios:

Gabriel dijo...

Señorita, ha hecho usted navegar al espíritu del amor por la sangre incontrolable de las venas. Cada glóbulo se ha encargado de un impulso, de un golpecito de remo, al ritmo de tus latidos, con la fantástica conexión eléctrica de tu alma.
Hay muchas declaraciones de amor. Esta se ha colado entre las una mejores.
Besos.

Isa dijo...

No se me ocurre otra forma mejor de guardar un tesoro como ese, que como lo has explicado tú. Apasionante, Irene.

Anónimo dijo...

Rubia, el verso "hagas eco en mis recovecos" me parece un juego de palabras fantástico, súper sonoro, y que cierra muy bien con el título. Total.