domingo, 24 de mayo de 2009

"Desalada"

He abierto los ojos y me he visto envuelta en esta luz cegadora que me aterra.
He despertado, tengo miedo y me siento perdida.
No recuerdo nada más que una sensación extraña y hasta entonces desconocida:
el vacío bajo mis pies, el peso de la gravedad; caer, caer y caer… hasta llegar a esta inusual verticalidad.
Sobre mi cuerpo tendido en el suelo no he encontrado más que el frío y la desnudez rodeada de un halo blanco y tímidamente brillante como algún elemento vivo, no sé cual, que está a punto de extinguirse, de apagarse…
Me he arrepentido de tocarlo pues, al hacerlo, se ha desprendido de mi piel con la fragilidad de las escamas de las alas de una mariposa. Sólo puedo seguirlo con la mirada en su ascenso, acompañando al aire. Un pensamiento me dice que debiera flotar con él pero la realidad es que no lo hago, no puedo.
Aquí, ahora, sólo tengo un rastro azul entre mis párpados y, entre mis manos, algo que aun no comprendo de qué es vestigio.


Para Mercedes Velilla. Ella de sí misma dijo que su corazón estaba lleno de sombras

y lo que no sabía es que estaba tan lleno de la luz que irradian esos entes celestiales

que le era imposible abrir los ojos con facilidad para verlos a todos.




7 comentarios:

Gabriel dijo...

Niña, me he quedado tan encantado con este escrito que lo primero es agradecértelo.
No sólo tiene contundencia de acero helado mezclado con la ingravidez de un alma que parece escapar de la manera más tenue y sutil. Tiene en su conjunto una precisión de bisturí incluso cuando no comprende lo que sus manos y sus ojos intentan contarle.
Qué bueno.

LaRubia dijo...

Muchísimas gracias Grabiel, no sabes cuánto me alientan tus palabras. Después de dos meses sin escribir absolutamente nada, empezaba a agobiarme.
Ahora vuelvo como quien nunca se fue y provocar un sentimiento tan hermoso como el que acabas de describir para mí es un gran alivio y, sobre todo, una magnífica recompensa.

Gracias a tí.

¿cómo está tu princesa?

Gabriel dijo...

Pues gracias Irene: La fiera de mi niña está -sin ayuda aparente- subiéndose por las paredes por no poder trabajar. La madre y yo intentamos que descanse y, poco a poco, entra en razón y acepta que hay que tener paciencia para curarse.
El susto se nos ha pasado a todos.
Besos.

Paquita dijo...

Irene tu escrito me ha encantado es a mi entender una prosa poéticam
extraordinaria, suscribo lo que te dice Gabriel y te envio un abrazo guapa. Paquita

Isa dijo...

Yo también "he abierto los ojos" para empezar a leer y los he mantenido como platos, incluso después de haber acabado.
Es una preciosidad de relato, intimista y profundo, ante el que me rindo, como no podía ser menos (ya sabes que este estilo me apasiona). Como Gabriel, yo también te doy las gracias y te invito a seguir creando.
Un beso, guapa.

inma dijo...

Precioso relato poético que nos habla de espíritu y de alas cuando más necesitamos volar y alejarnos de la tierra.

Peneka dijo...

Llenaré mis manos de plumas azules, dejándo que mi cuerpo se eleve sobre el mar... Soñaré y buscaré otros lugares...

Con tus palabras me he sentido elevar, contemplar el mundo desde arriba.

Ternura e ingravidez. Miedo y esperanzas.

Muy buen relato, Irene.
Has tardado, pero ahí se ven los maestros.

Un beso