sábado, 13 de junio de 2009

AGRADEZO, DON MIGUEL.

Harta de cintura ancha,

sin caricias en mis manos,

vi venir al más humano

de los hombres de la Mancha.

Con la mirada perdida

de sueños de libertad,

para quien ser sometida

a su amor sería en verdad

grande voluntad de vida.

 

Venía él acompañado

de un gañán triturapuerros,

pero tan fiel como un perro:

Sin moverse de su lado,

sin gritarle de bellaco

ni perdido, ni poseso,

ni de confundido el seso.

Eran hidalgo muy flaco

y escudero muy obeso.

 

Habían lidiado gigantes

de poder sobresaliente,

y salieron por los aires

tras lucha fiera y valiente

de caballeros andantes,

sin renunciar al donaire.

Tras tantas lides y ententes,

se venían a la venta,

vencidos de mil afrentas

pero sin rendir la frente.

 

Antes de servir el vino

mandé callar la posada:

Sentí que cambió mi sino

al mirarme su mirada.

 

Rocé su barbilla hirsuta,

blanca de sabiduría;

dejó la caballería

y me olvidé de ser puta.

 

No sonó más risa allí

a un caballero perdido.

Dejé el vino sin servido

y lloré cuando le oí

pidiéndome de vivir

toda su vida conmigo.

 

Me prometió, don Miguel,

un amor definitivo.

Y me remitió hasta él:

Miguel, le doy por cumplido.

3 comentarios:

Paquita dijo...

Buenísimo este poema Gabriel,acertado y con una rima precisa. Y es que, eres un escritor completito igual para la prosa que para el verso. un abrazo
de Paquita

Clea dijo...

¡Qué bonito!
¡Dulcinea agradecida en un bello poema al creador de su amor!
Don Miguel sonreiría, estoy segura.

Felicidades.

Isa dijo...

Estoy de acuerdo con Clea: ¡si don Miguel lo leyera! Eres un figura.