sábado, 13 de junio de 2009

CONCEPTOS (2). EL SISTEMA FINANCIERO.

Al no recibir la nómina en el mes de enero, igual que siempre, a Crispín Gajo le dio por imitar a los grandes bandoleros del siglo… de los bandoleros. Se probó la bufanda y, con el trabuco colgando, empezó una carrera delictiva, eso sí, en ciclomotor de 50 centímetros cúbicos a falta de corceles árabes. A los dos días, por falta de pago, sin moto y en pijama de lunares ya no era lo mismo.

Crispín volvió a su empleo como lijador de esquinas y pensó en pedir un préstamo para ampliar el negocio. Mientras esperaba a ser atendido en un banco leyó en una página, atónito, un magnífico artículo histórico sobre los bancos:

Cualquier negocio de la Edad del Piñonate necesitaba financiación ajena. Los poderosos recibían montañas enormes, descontada la cima como comisión de apertura y los pequeños pobretones se llevaban saquitos de arenisca con un agujerito para descontar los intereses.

Pero la verdadera organización del prestar dinero llegó con los judíos, al mismo tiempo que se organizaban los que no iban a devolverles la pasta y fundaban la ¡Yqueseyó! cuando le requerían el pago; quemaban en la hoguera al prestamista junto con las pólizas de préstamos en mora y su criada mora, que se ponía morado ya que moraba con él. “Mora pro nobis”, solía decir el jodío sin más demora, por más quemado que estuviera.

De no ser por los bancos, mucha gente habría permanecido sin dinero y de pie.

Los Reyes Catastróficos promovían la construcción de portaaviones y botes neumáticos, por si alguien tenía que hacer un viaje muy largo o pasear por el pilón del pueblo y con lo que sacaban alquilando las naves pagaban los plazos mensuales al Banco Molocos, entidad pionera en financiar hospitales psiquiátricos.

Con la expresión ¡va lista si cree que va a cobrar! surge la figura del avalista.

En los años siguientes se dio el ver florecer los bancos, fundándose entre quince y veinte mil diarios en los días malos; en la puerta se estrellaban botellas de champán o perolas de potaje según fueran destinados a financiar un teatro o una pocilga

Llegó a haber tantos bancos, que no había suficiente dinero para guardar algo en las cajas fuertes, turnándose para custodiarlo en días alternos.

Se hizo famoso y alcanzó prestigio el Banco Brando, con foto del famoso actor, que llegó a recuperar algo de lo prestado.

Surgieron como respuesta muchas más entidades financieras:

Las Cajas de Ahorro, entre ellas la Cajajiajajá, cuyos principales clientes eran humoristas y payasos famosos.

Las Cajas Rurales, obligados sus empleados a llevar cayado y pantalón de franelita. A primeros de mes, ponían perros pastores para que no se colara nadie.

Finalmente, surgió para el control el Banco Gidos, que funcionaba con un poquito de aquí, otro de allá, hasta arruinar bancos chicos y rentables situados en un solar precioso y poner allí una tienda de lencería a Cuquita Dencima, conocida lejana del director general.

Tras ver jubilarse a dos generaciones de empleados del banco donde esperaba, Crispín dudó del éxito. Dejó la revista y se fue a otra entidad financiera. 

2 comentarios:

sempiterna dijo...

Yo creo que la Cajajajá la conozco, fíjate...

Nunca había pensado en lo de las dos generaciones jubilándose mientras espero detrás de la línea amarilla del suelo semiborrada por el desgaste de la suelas perennes de los zapatos que van pasando de moda mientras ocupan ese lugar...

En fin, no he pensado en la edad de los que trabajan allí, pero sí en la mía en la cantidad de cosas que podría yo estar haciendo...

Clea dijo...

Bueno, aquí no me digáis...
A mí me parece profundo, seguro que el autor sabe de bancos.

El señor Pingajo (lo siento pero me encanta juntar los nombres y los apellidos, no puedo resistirlo) es lijador de esquinas, un oficio ingrato.

¡Pasan dos generaciones de empleados mientras espera para pedir el préstamo! Ya es esperar.

¿Y los nombres de los bancos?

¿Y los Reyes Cat... financiando viajes "raros"?

¿Y el ¡Yqueseyó!? ¿No os suena a judío?

Jajajajjaajajajaja, yo me parto.

Ah, la frase "De no ser por los bancos, mucha gente habría permanecido sin dinero y de pie", es memorable.

Gracias.

¡¿Y el mora pro nobis?!