jueves, 18 de junio de 2009

SEGÚN COSTUMBRE.

Como ese día tocaba hacer el amor, el marido se levantó temprano y preparó el desayuno. Tomó una bandeja blanca y colocó sobre ella un zumo de naranja, café, fruta recién cortada y unas tostadas con rodajas de tomate y aceite. Junto a la servilleta, colocó una flor.

La esposa, recostada sobre unos almohadones de seda, se acomodó para compartir la comida.

Se miraron tras el último sorbo de café y uno al otro se limpiaron con delicadeza las comisuras de los labios.

Una vez retirada la bandeja, cada uno se sentó en su taburete para ajustar perfectamente su catalejo y espiar a los vecinos, a los que ese día, según costumbre, les tocaba hacer el amor.

8 comentarios:

inma dijo...

¡Qué lástima! Tanta preparación para eso...Me gusta cómo está planteado el relato y te felicito por su extensión, que conociéndote es más que un logro.

Peneka dijo...

No dejas de sorprenderme, canalla.
De neuevo, esa carcajada, de nuevo ese "toque gabrielano".

¿qué sería del blog y de nosotros sin ti?

Tantaria dijo...

¡Muy bueno Gabriel!El relato es un puntazo. Felicidades.

Diáfana dijo...

Oi oi oi, con lo que me gusta a mi eso de espiar. ¡¡¡Qué ideas mas malas me estas dando!!!

Isa dijo...

¡Qué tontos, en vez de ponerse ellos manos a la obra, y que bueno tu puntazo!

Clea dijo...

¡Ja, bueno e inesperado final!
Igual se animaron después.

LaRubia dijo...

Yo estoy de acuerdo con Isa y con Inma... ¿no sería mejor que ellos hicieron lo suyo? Seguro que se les acabarían los remilgos y le cogerían el gusto a mojar "el bollo en el café"
Ay... ¡qué poco entretenía que es la gente"

sempiterna dijo...

Jajaja, sí que es verdad, giro inesperado... parecía un ritual, y al fin y al cabo lo es, pero para otros menesteres.

Besos