jueves, 3 de diciembre de 2009

PRIMAVERA PERDIDA

El dentífrico se me ha resbalado de entre las manos. Todo se cae; con todo tropiezo y el suelo parece hundirse justo detrás de mis pasos.
Dos horas de vuelo han bastado para poner punto y final a quince años de nuestra vida. Mañana amaneceré a casi dos mil kilómetros de la que nunca volverá a ser nuestra casa; en una cama que no es nuestra cama; y la nuestra ya sólo será tuya.

Vuelvo a tomar el tubo y, mientras coloco la pasta a lo largo del cepillo, recuerdo todos y cada uno de los días en que a esta misma hora, Blanca y Sergio me brindaban (cuesta trabajo hablar en pasado, cuando el pasado fue ayer y se trata de tus hijos) sus cepillitos ya desenfundados. Para sus pequeñas manos es complicado aún lavarse sin ayuda los dientes. Esta noche lo harás tú.

No sé cuántas preguntas te habrás hecho; sé todas las que me hago yo. Y no entiendo, Beatriz, cómo a ti y a mí nos llego a pasar esto; cómo, a lo largo de los años, tú has ido siendo cada vez más tú; yo, cada vez más yo, y cómo el nosotros se nos perdió por el camino. Por un camino que juntos iniciamos, abundante de proyectos fértiles. Un camino cálido, excitante, como cada uno de nuestros encuentros.

Sergio y Blanca se irán hoy a la cama con mi beso de esta mañana, que no fue un beso de buenas noches, sino de despedida.

Tú darás todos los besos que yo les daría, pero los míos se quedarán aquí, en mí, y en este piso oscuro y frío al que tendré que acostumbrarme.

Pintaré las paredes de blanco; las acuarelas que me han regalado los niños destacarán mucho más así. He sacado de una de las maletas una carpeta llena de figuritas de cartulina.

Mañana iré a comprar un corcho grande y colocaré todas nuestras fotos; esas que ya nunca nos haremos, porque hemos dejado de ser nosotros definitivamente, y ahora nos queda ser vosotros y yo; o nosotros y tú.

Es cruel no poder verles a diario. ¡Como si no fuese ya suficiente el no tenerte!

Hay algo que me alivia y es saber que a los niños los mantendremos al margen de todo esto, porque los dos nos hemos encargado de que así sea, y porque hemos podido maquillarles los moratones de una realidad que nos golpeará, sobre todo a nosotros, en nuestras horas más oscuras.

Esta noche marcaré un número de teléfono que no será nunca ya mío, y les contaré a los niños cómo ha sido el viaje, cómo es esta ciudad a la que he llegado y a la que ellos en un mes vendrán. Les daré mi tiempo y mi vida de la única forma que puedo. Y cuando cuelgue, imaginaré sus ropitas en la silla, ordenadas y dispuestas para la mañana siguiente; sus cuentos en la mesita; los mil besos que en estos días, más que nunca, sé que les darás y guardaré los que yo no puedo darles; ni a ellos, ni a ti.
Y cuando vengan, esta casa se inundará con los colores de una primavera en la que faltará tu alegría; en la que estarás sin estar, en los ojos de Blanca, en la boca de Sergio y en todas y cada una de mis largas noches
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7 comentarios:

Para Leernos dijo...

De entrada, el primer párrafo me parece magistral.
La forma de introducir al lector en el jet lag del alma que tiene el narrador es electrizante.
Sigue después un relato del que no se desprende más que amor para una separación que no parece sino fruto de un destino ajeno a la pareja.
Tanto cariño y tanta añoranza de estar juntos, la pareja y los chiquillos, me dejan roto. No puedo, derrochando nada más que esa dulzura, aceptar la ruptura.
Me resulta imposible, párrafo a párrafo, resignarme, que el personaje se resigne quiero decir, a una distancia ya irreversible si se mantiene tanto amor por lo vivido.
Es tremendo escribir desde tan dentro de un personaje.
El texto es intachable, funciona como una única idea, que llueve sobre lo mojado de la tristeza absoluta e inicial.
Por otro lado, las frases concisas, sin adjetivos raros que lastren, hace que la lectura sea inmediata, una cosa imprescindible cuando se trata de grabar una impresión, un estado de ánimo con el que yo como lector me identifico. Vamos, que se me parte el corazón si me pongo en el lugar de este hombre.
Una cosa bien hecha, doña Inma.
Besos.

Isa dijo...

Don Gabriel, no hace falta que pongas tu nombre para saber quién es el caballero que me hace tal comentario (por cierto, se ha equivocado usted con el mío, ha puesto Inma y soy Isa). Gracias de veras porque has explicado perfectamente lo que has sentido con el relato y lo que te ha parecido prácticamente cada párrafo. Te imaginarás cómo me siento. Gracias de nuevo, compañero.

Paquita dijo...

Isa:totalmmente coincido con lo que dice Gabriel. Yo adivine que hera él, entrañable la forma de expresar esa ruptura triste y dolorosa. Hay tantas asi¡, enhorabuena y sigue con esa maravillosa sensibilidad. un abrazo

Laura dijo...

Muy bonito Isa, como todo lo que escribes. Si tuviera la cuarta parte de tu capacidad podría hacerte un buen comentario.

Besos y gracias por tus consejos.

Clea dijo...

El final de un “para siempre“, que no se espera y llega despiadado y arrasa los tesoros cotidianos como si nada le importara.

Me gusta mucho, Isa. Se alcanza a sentir el dolor y el desconsuelo.
Besos.

Peneka dijo...

¡Cuanto duele el final del nosotros para dejar paso al tú y yo!, pero tal vez ese nacimiento de dos personas independientes se haga más doloroso cuando ya existen en el mundo el fruto de aquel nosotros ilusionado y soñador...
Ver sus ojos, o no verlos...
Oir sus vocecitas o solo el silencio...
Sentir su presencia o tan solo el vacío...
Debe ser duro, renunciar al nosotros, donde esos seres nacidos del amor habitan y que que solo de cuando en cuando, se acercar´´an al tú o al yo.
Relato que toca el alma, que lo zarandea, que hace sentir esa nostalgia del ayer, de los momentos, de las risas, de los sueños...
No hacía falta llegar hasta el final para saber que era tuyo, porque cada una de sus palabras llevan tu luz, tu aliento, tu corazón.
Escrito como sólo tú sabes hacerlo.

Isa dijo...

Lo distinto que sería todo sin esta maravilla de comentarios. Gracias Beli, Gabriel, Clea, Paquita, Laura. Un beso de gratitud a todos.