martes, 1 de diciembre de 2009

TODOS HABLABAN

Cuando me llegó el encargo del alcalde, creí que todo era una broma macabra de mi amigo Santi. Él sabía de mi pasión por los cementerios y de mi viajera costumbre de visitar los camposantos de allí a donde fuere. Pero no, no se trataba de ninguna broma y mi amigo Santi no tenía ni idea del tema.
Concerté una cita en el ayuntamiento y cuando entré, el señor Santiesteban me esperaba impaciente. Su rostro cetrino, su continuado y rítmico girarse el anillo y el vaivén de sus piernas no dejaban lugar a dudas sobre su estado.
-Gracias a Dios que ha llegado, señor Sempere. Ya creí que no aceptaría nuestro ofrecimiento -me dijo mientras intentaba dibujar lo que me pareció una mueca sin más, muy lejos de su intención de ofrecerme la mejor de sus sonrisas.
-Pues aquí me tiene -contesté mientras extendía mi mano para saludarle- ¿en qué puedo ayudarles?
-No sé si habrá leído el periódico en estos últimos días, más concretamente el del viernes 13 de abril.
-Pues no -respondí mientras tomaba asiento en el sofá que había en el rincón del despacho del alcalde.
-Bueno, no me entretendré más. Iré al grano, aunque más bien debería decir… -hizo una pequeña pausa en su discurso para tomar unos sorbos de agua-. Disculpe, el tema es cuanto menos doloroso para mí, bueno, para todos en el pueblo. No sé si sabrá que este pueblo no tiene más que unos seiscientos habitantes. Aproximadamente-. Todos casi familia. Y cuando ocurrió aquello…
-¿A qué se refiere concretamente -le inquirí.
-Bueno, hace unas semanas -prosiguió- todas las lápidas del pueblo, mejor dicho, del cementerio del pueblo, aparecieron sin nada -inspiró profundamente y se deshizo el nudo de la corbata-. Discúlpeme.
-¿Cómo sin nada? -pregunté.
-Borradas, Limpias, como si tras ellas no hubiese restos a los que presentar o mostrar. ¿Me entiende? -dijo buscando mi aprobación con su mirada inquisitiva.
-No del todo -contesté.
-Señor Sampere, que alguien se dedicó a borrar las inscripciones que tenían.
Me recosté sobre mi asiento. No daba crédito a lo que aquel hombre me contaba. ¿Quién podía “limpiar“ las lápidas?¿Y por qué? ¿Y para qué? Ahora entendía la palidez del alcalde, su inquietud… su miedo.
Escuché atentamente su relato, al terminar me miró y me dijo: “Necesitamos de su ayuda. Ayúdenos a descubrir al sinvergüenza que ha hecho esto".
Permanecí en silencio unos minutos. Terminé el café que amablemente me había ofrecido y me ofrecí para resolver aquel misterio.
Durante unas semanas paseé por aquel pueblo pequeño rodeado de encinas. Tomé notas. Hice algunas fotos. Hablé con los vecinos, y nada: nadie podía imaginar o sospechar quién podría haberlo hecho y, sobre todo, ignoraban el porqué.
Cuando casi estaba a punto de darme por vencido, me encontré con Andrés. Era un hombrecillo menudo, de pelo blanco y que yo imaginé de andar pausado. Le encontré sentado en uno de los recodos del río. Jugueteaba con una vara de avellana, dibujando formas en el agua. Al acercarme, levantó la cabeza y me miró unos segundos. No dijo nada, volvió de nuevo su mirada hacia el agua y continuó jugando con ella.
-Buenas tardes, ¿le molesta si me siento junto a usted? -pregunté amablemente.
-No, ¿por qué iba a molestarme? Parece usted una buena persona. Siéntese a contemplar el río, ¿a que es hermoso? -dijo sin separar la vista del extremo de su vara.
No sé cuanto tiempo estuvimos allí sentados, en silencio, él jugando con su vara de avellano y yo contemplándolo a él.
-No hay ningún misterio Saúl -me dijo.
-¿Cómo sabe usted mi nombre?
-Era mi oficio, inscribir a todos los del pueblo. Sabía sus nombres, su fecha de nacimiento, cuándo se casaron… Y la respuesta que busca es fácil: no hay nombres porque no hay nada que nombrar.
-¿Cómo?
-Que todos mis vecinos, mis paisanos, mis amigos, se han ido… allí ya no queda nada. Todos han vuelto a donde siempre debieron estar, de dónde nunca debieron salir.
-No le entiendo.
-Que abandonaron aquellos huecos tan fríos y sombríos.
-¿Y a dónde fueron?
-Cada uno buscó cobijo en los corazones de quienes les quisieron. Allí, allí es donde están. Y allí no necesitan nombres, ni fechas, ni nada.
Miré el agua del río. Atardecía y las luces malvas de la noche fueron ocupando su lugar. Cuando quise darme cuenta, era de noche y estaba solo. Andrés no estaba.
A la mañana siguiente, cuando le conté lo sucedido al señor Santiesteban, éste se quedó petrificado. No parpadeaba, sólo al final dijo:” Ese era el señor Andrés, el secretario del pueblo. Murió hace años. Reuniré a los concejales y haré un pleno extraordinario”.
Se reunieron a media mañana, y hablaron y hablaron sobre lo que sucedió y lo que harían ahora con el cementerio.
Yo me fui. Cedí mis honorarios porque al fin y al cabo yo no había resuelto nada.
Hace unos días leí en el periódico que habían convertido el cementerio en un jardín donde al atardecer se reunían a conversar. Todos hablaban de sus seres queridos. Todos hablaban. Todos hablaban, sobre todo los muertos.

7 comentarios:

Peneka dijo...

Pido disculpas por la extensión, pero... las musas me visitaron de vuelta de mi viaje a Madrid y no supe como decirles que fuesen breves. Llevaba tanto esperándolas que me dió miedo no fuesen a irse de nuevo sin decir adios.
Espero que os guste. Un ramillete de besos

Gabriel dijo...

Eres un encanto. Por más tétrico que sea el tema del relato, acaba en la ternura que eres incapaz de dosificar.
No soy de los que temen leer relatos más extensos en nuestro blog, y la idea -original como pocas, no había pensado nunca en atrapar los espíritus en los corazones de quienes amaron a los que se van- me parece magnífica.
Insisto en la extensión: me deja con ganas de un relato mayor, porque es un auténtico pelotazo de imaginación.
Besos de los que dejan hematomas en la frente.

Paquita dijo...

Coincido con Gabriel, eres un encanto, as dado un sentido tan emocionante al relato, que es un placer leerlo. De verdad Beli, un
hermoso relato besos

Clea dijo...

Beli, es doblemente fantástico.
Contra toda razón, se impone un final donde lo sentimientos explican lo inexplicable.
¡Muy bonito!
:)

Isa dijo...

¿Ves cómo no era cosa mía? ¿Ves cómo no sólo iba a gustarme a mí? Es precioso por tierno y por bien descrito, y por llevar un gran vuelco de corazón en él.
Gracias por tu regalo para nosotros...
¡¡¡...y no te vendas tan cara!!!
Un beso.

Peneka dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios. Sois vosotros por los que todo esto de escribir tiene sentido. gracias mil

Laura dijo...

Bien cierto es que los que ya no están viven en nuestros corazones. Me gustó mucho Beli.

Besos.