domingo, 7 de marzo de 2010

CAJAS DE CARTÓN


Ignacio me miraba desde su trona. Jugaba con su osito de peluche mientras saboreaba el último trozo de galleta que se había llevado a la boca. Miraba mi ir y venir de una esquina de la casa a otra. Todas las cajas a medio completar. La ropa de invierno sobre el brazo del sofá; la de él, en la maleta grande azul con ruedas. No había forma de llevárselo todo, lo sabía pero me negaba a aceptarlo. Seguía intentando no dejarme nada atrás, ¿o tal vez sí?
Desde que Charly se había marchado, nada había sido igual. Durante un tiempo me aferré a la idea de su vuelta. Le llamaba. Tomábamos un café. Charlábamos como dos amigos. ¡Qué ironía!, nunca fuimos amigos, ahora lo sé, o tal vez sea mejor decir que ahora lo siento así. Charly se había ido y yo debía irme también, lejos, muy lejos. Ignacio era lo único que me unía a él, pero ni siquiera su hijo, nuestro hijo, nos había hecho alcanzar esa amistad que tanto había deseado tiempo atrás.
Las cajas se amontonaban por el piso. En todas las habitaciones una o dos cajas de cartón aguardaban a ser cerradas, a no ser llenadas con más objetos. Se me olvidó, como siempre, cuanto pesan los recuerdos; una vida entera. Se me olvidó que luego no iba a poder con ellas; pero qué más daba, si la empresa de mudanzas que había contratado tenía buenos y robustos porteadores.
Miré a mi alrededor: toda una vida dentro de unas insignificantes cajas de cartón. Las desnudas paredes contemplaban la imagen desordenada de lo que era ahora mi vida. Al otro lado del atlántico, allende los mares, me esperaba otro país, otro sol, otro amanecer.
Volví al salón. Ignacio se abrazaba a su oso de peluche viejito. Se había dormido mientras yo despertaba de un largo sueño.

6 comentarios:

Gabriel dijo...

Por encima de la narración, ¡qué bien llevados los pensamientos a las palabras!
De una situación tan espesa como es una mudanza, de su desorden, haces el resumen de una relación, a su vez resumen de muchas más.
Abres una puerta con el deseo de un viaje y cicatrizas una vida.
Muy bueno.
Besos.

Isa dijo...

Me encanta tu historia, Beli. Lo bien escrita y lo bien contada; además nos haces ver con ella lo triste que llega a ser que tu pareja no sea tu amiga. Lo doloroso, lo amargo que resulta vivir solo estando acompañado. A veces es mejor poner (en este caso, y muy bien elegido, mar) de por medio y estar una sola porque realmente elige estarlo.
Muy bonito el relato.

Clea dijo...

Me gusta tu final abierto.
Me gusta el paralelismo que creas entre la mudanza material y la otra, la vital.
Me gusta cómo nos implicas en el qué llevarte y qué dejar atrás.
Y me gusta cómo empiezas y terminas tu relato con lo más importante y su oso de peluche.

Besos.

inma dijo...

Coincido con los demás en que es algo más que una mudanza exterior. Muy bien narrado, y ese osito que no se olvida. Es difícil seleccionar recuerdos. A mí me resulta muy difícil igual que a tu prota.

Paquita dijo...

Beli:me ha encantado tu narracion
y coincido con Isa,en que ha veces
te puedes sentir sola estando acompañada. Haces un relato tan emo
tivo y tierno, que me ha emocionado
gracias. Un abrazo

Peneka dijo...

Gracias por seguir dandome alas para surcar el cielo de mis sueños. Sin vosotros, todo esto quedaría ahí, olvidado en un rincón.

Gracias, gracias, gracias, y como dice Gabriel, vuestros comentarios abren puertas para seguir soñando y escribiendo.