viernes, 9 de julio de 2010

Desconcierto

Y allí estábamos él y yo a solas mirándonos fijamente a los ojos. Se me erizó la piel. Pude notar cómo se me aceleraba el corazón de repente y como me subía un extraño calor desde dentro del estómago para convertirse luego en sudor frío en mi frente. Nos volvimos a mirar.
Paralizada de angustia grité histéricamente y el asqueroso bicho salió corriendo para otro lado. ¡Dios, se ha metido entre los cepillos de dientes! ¡Y estoy sola! Torpemente busco el spray milagroso que no quiere responder ante mi desatinada maniobra. Con un golpe de valor infinito cerré el estante del baño dejando aquella cucaracha asquerosa y patilarga dentro del mueble confiando que pronto llegara a casa la artillería pesada.

5 comentarios:

Gabriel dijo...

¡Increíble la Cruzada anti innombrables que se ha montado en el blog!
La verdad, lo digo en serio, me da que atávicamente son bichos que nos tienen comida la moral. Si no fuera así, ¿por qué esa sensación de que nos vigilan cuando no las vemos? ¿Le tenemos el mismo miedo repulsivo al resto de los insectos? ¿y al resto de los concejales?
Genial la claridad con que expones la situación, a la espera del séptimo de pisotonería.
Besos y a por ellas.

Peneka dijo...

Y cuando le miró, sintió horrorizada como una enorme pena le atravesaba el pecho. Su negra carcasa no la protegía del terror que veía en aquellos ojos. Sabía que el fin estaba cerca...moríría pronto, y entonces ella, se convertiría en la nueva jefa de las CUCARACHAS ASESINAS, jejeje



¡¡¡Pobre cucarachita!!!

Isa dijo...

Jajajá...qué horror, entre los cepillos de dientes. Nunca más volveré a dejar sin capuchón el mío. Y cuidaré de que a mis niños no se les olvide...
...Por si acaso.

Describes muy bien lo que se siente ante tal criaturita. A mí me ocurre lo mismo, cuando la tengo enfrente, que si vieniera a atacarme con una espada.

Clea dijo...

Jajajaja. Me parto con todo.

Inma, ¡parecía un encuentro tan apasionado!

Lola García Suárez dijo...

No sabes Inma lo identificada que me siento con tu relato. Más de una vez he dejado encerrado algún bicho esperando que llegue "la artillería pesada".