Sin palabras.
El niño de bucles dorados, mejillas de manzana recién cogida y dientes como perlas, Arturito, fue elegido por su augusto padre para transportar un libro de poemas, recién encuadernado, desde la librería de Maese Portafol hasta la casa paterna, la Hacienda Llama del Alma, para ser leído durante la fiesta de cumpleaños de la madre.
-Pon todo el cuidado en no dejar caer el libro, hijo mío, -le dijo el padre ajustándole el lacito azul al cuello, pues se trataba de un ejemplar muy delicado (el libro).
El niño no completó el encargo pues, sin perder aún la sonrisa de querubín, tropezó con su propio pie al entregar el libro con un gracioso saltito de baile y lo dejó caer sonando como un mundo que estalla al chocar contra el suelo.
Las manos de Maese Portafol para fijar letras al imprimir ya no eran las de su juventud y, dentro del libro, tras el cataclismo, las noticias eran aterradoras: ruido de correctores gráficos desesperados, párrafos enteros destruidos, signos admirativos e interrogantes sin sentido, destrozados o impares, guiones perdidos en renglones cortados por la riada de tinta aún fresca, miles de palabras sin página a donde ir, versos en rima malsonante…
El resto de los libros de la biblioteca de la casa, por solidaridad, se lanzó desde las altas estanterías a un suicidio colectivo haciendo de la alfombra un mar de tinta oscura y sin brillo.
Las historias contadas desde entonces en la mansión contendrían el caos y la desgana, la desidia en los manuales de medicina, la pereza en la arquitectura, la ausencia de música en los poemas…
Uno de los volúmenes preferidos por el jefe de la casa, Cómo educar en armonía a su hijito querido, se quedó vacío en el acto. Al recogerlo del suelo y ver una página tras otra en blanco, el padre lo cerró despacio: se había quedado sin palabras. Se volvió y le soltó dos sonoras bofetadas a su hijo, tan lindo, tan gracioso. Y tan capullo.
4 comentarios:
Me imagino todos esos libros, en la estantería de caoba, dándose lomos contra lomos, y diciendose en silencio. ¡Todos a una!. Y allí estaban las bes y las uves todas por el suelo, las ies y las haches, las ches, las uve dobles...desparramadas por el suelo, sin saber a donde ir, sin saber donde colocarse... Y de todo lo que más me ha gustado ha sido la descripción del niño y como siempre el final."Y capullo".
Buenísimo y tan original como siempre
¡Oh, me encanta!
Magnífica descripción del desastre que cualquiera recompondría con ganas…
Pobre padre, queriendo “poner los puntos sobre las íes”
Jorge Riechmann escribió algo así:
Es lo que tienen las palabras, una vez que las sabemos ya no podemos hacer como si no las conociéramos.
Impresionante el caos en la biblioteca. Muy bien descrito hasta meterse en algo así de complejo. El final... pobre chico, lo de las bofetadas suena a maltrato, y después de lo que hizo la criatura debías haber planteado algo mucho más contundente y bárbaro acorde con el desastre que el susodicho sembró, pero solo es mi humilde opinión.Me ha gustado mucho. Un besazo.
Como sucede otras veces esta historia da como mínimo para una relato más extenso aunque en pocas líneas creo que recoges muy bien el cataclismo que se produjo con ese tropezón. A mí me ha gustado. Muy original.
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