sábado, 3 de noviembre de 2012

Blanda condena.


El 24 de agosto de 2012, el matrimonio formado por Abisinia Benavides Castro y Domingo Echartes Fantúa no se podían ver. Si bien el día antes se odiaron durante más de dos horas, fue por la mañana del 24 cuando se inició una descomunal batalla de almohadas rellenas de pluma, marca Tumbanuka que llamó la atención del vecindario, compuesto por dos casas adosadas que componía, junto a la del matrimonio “del orden alfabético”, toda la población de la urbanización.
Abi era rápida y punteaba los riñones de Domin, quien contraatacaba con enormes almohadazos en las orejas, a sabiendas de que así el sentido del equilibrio se resentía enormemente en su esposa.
El combate se prolongó hasta que la última lamparita rompible cayó al suelo. Para entonces, el matrimonio ya estaba esposado y siendo introducido en un furgón policial que los conducía a cumplir dos años de condena en la prisión federal Noullasplis, sin juicio previo debido al aparente ensañamiento por relleno excesivo de los reposacabezas conyugales. De hecho, como eximente-atenuante-minorante de la reclusión, se tomó en cuenta que cada uno había usado la almohada del otro, lo que suponía que las armas no habían sido “retocadas” o “modificadas” para la trifulca.
Una vez al mes se les permitía la visita de los abogados, cada uno en su módulo. Al hablar con el suyo, Domingo le preguntó si tendría que realizar trabajos forzados.
-Así, es Domin, -respondió cabizbajo el letrado, un tal Andrade Fensor, abogado de oficio.
-¡Pero, pero…! ¿y a ella, qué le obligarán a hacer? ¡Es tan culpable como yo!
-No te prometo nada, pero supongo que le darán el mismo trato. La Ley es clara en eso.
Dos días después, en presencia de sus abogados respectivos, cada uno en su celda, Abi y Domingo podían leer sus sentencias firmes: Tras sus nombres, se podía leer con claridad “…condenados a fabricar almohadas durante un período de no menos de dos años. Ejecútese la sentencia. Firmado, Floyd Aran, juez. 
Sin saber que sus celdas estaban separadas por un muro común, ambos se apoyaron en la pared, exactamente una mano contra otra.
Los puestos de presidenta y director general de la compañía Tumbanuka quedaron vacantes durante dos años sin que nadie se atreviera a ocuparlos. El Consejo de Administración se hizo cargo de sus funciones durante ese tiempo, durante el cual la producción de almohadas y su venta subió casi un 20%.

3 comentarios:

Clea dijo...

¡JA!
¡Vivan estos contextos peculiares y desorbitados! Viva esta prosa inconfundible y CELEBRABLE siempre, por las risas que trae.

¡Aquí un caso claro de trabajo en beneficio de la comunidad!

Abrazos desde esta lluvia pertinaz.

;)

Gabriel dijo...

Gracias por los requiebros, el resultado
de la atención amable de tus lecturas,
dando sentido a tanta y tanta locura
que llega a tu pantalla por mi teclado.

Clea dijo...

¡

:))

¡Gracias!