lunes, 8 de julio de 2013

Grandes criminales de la Historia (1).


El Estornudador de Boston. (Parte Uno)

-¡Código Uno, Código Uno! –gritó el inspector Tillero-. ¡A todas las unidades! Esto es un Código Uno como que yo me llamo Fabio Palpelo Tillero. Atención: Una mujer de mediana edad ha visto volar sus medias de lycra hasta el segundo piso de un bloque de VPO sin que –jura– se haya quitado los zapatos. Se ha producido hace apenas un minuto, en la esquina de la 47 con Pollo Avenue. Se trata de un tipo alto (por encima del 5%), quien ha sorprendido a la mujer. Actúa solo, con el rostro al descubierto para no amortiguar el impacto en lo más mínimo. En cuanto se ha colocado frente a ella, que asegura nerviosa que pensaba tranquilamente en sus cosas, se ha quitado una tenue, leve y ligera mascarilla para estornudarla de lleno.
Nick Korresky fue el primero en responder. Era el agente más cercano a la escena del crimen.
-Al habla Korresky. ¿Se sabe si está moqueada?
-No está de buen humor, Nick. Ponte en su lugar –respondió Tillero.
-Quiero saber si ha sido en seco.
-Claro, Nick, claro –respondió Tillero-, no puedo decírtelo. La han llevado al hospital pasando antes por una mercería donde adquirir pantys mucho más adherentes a la zona múslica interior. Hablaré con los médicos y te tendré informado.
En cuanto colgó del perchero su intercomunicador, Nick giró violentamente su volante, se subió a la acera y abrió la puerta de su Cadillac.
-¡Quieto ahí, malandrín!, -fue lo que soltó a un tipo alto que intentaba quitarse una mascarilla y tirarla a la alcantarilla.
Nick redujo al tipo tras seis asaltos de tres minutos, en los que pudo hacerle una llave con copia. En una rápida acción propia de un especialista en rodeos, lo metió sin rodeos, atado, en la parte de atrás de su coche. No paró hasta llegar a la comisaría, diez metros al oeste, donde Tillero le esperaba con una nube de periodistas.
En la sala de interrogatorios, Nick se pulía los zapatos amenazadoramente. Sólo hacía preguntas sencillas y cortas, a las que el presunto Estornudador respondía con frases de autopromoción: “soy el más grande”, “me has cogido en un momento tonto, que si no… jajay”, y similares.
En la segunda hora cara a cara, Nick notó que algo no iba bien en la cabeza de aquel tipo. Parecía desmoronarse al mismo tiempo que sus pelos se ponían de punta. De un salto Nick le agarró el occipital y encontró lo que buscaba: un alambre finísimo y largo y cobrizo, como un pelo de mujer.
-Es esto lo que utilizas para provocar tus estornudos, ¿no es así? Basta con que unos segundos antes de actuar te lo metas por uno de tus orificios nasales y ya estás listo para atacar en cualquier circunstancia, ¿verdad?
El hombre cantó como un loro cantor.
No era nadie: como mucho un papamoscas. Apenas llegaba a reunir números suficientes para un NIF completo. Quería su momento de gloria.
-Dale un par de patadas en los riñones y suéltalo, -dijo Nick a Tillero cuando salía poniéndose la chaqueta-. No es nuestro hombre.
En efecto, a menos de cincuenta metros de allí, el Estornudador llamaba a la comisaría preguntando por Nick.
-¿Korresky?
-Al aparato.
-Ha sido brutal, Nick. Mientras tú le quitabas la silla al sentarse a ese pobre diablo, he hecho volar por los aires el contenido de un bolso de lujo en la avenida Long  Hanizza. No sólo los pañuelos, Nick. También cosas de peso. Tendrías que haber visto a la mujer llorar por su móvil, mucho más móvil gracias a mí, ha, ha, ha,… También la he hecho llorar al decirle que su mensaje llegaría antes, ha, ha, ha.
Korresky se mordió el bolígrafo antes de contestar.
-Te cogeré, Pillastre, y será pronto.
-¿Cuándo crees tú más o menos?
-Ay, yo qué sé. Ponte que un par de días.
-Namierdapatí –respondió la voz.
-Bueno, ponte que una semanita.
-No te digo yo que no –dijo y colgó.
De regreso en la comisaría, de donde no había llegado a salir, Nick se derrumbó en su sofá.
Tillero entró, le arregló la almohada y le dijo que descansara. Que no se agobiara, por favor. Que esto se arreglaba en una semanita.
-Tranquilo, Nick. Descansa. No te agobies. Esto se arregla en una semanita.
(¿Ven como era cierto que se lo decía?, ¿o me invento yo las cosas, cohone?)
Nick cerró los ojos y Tillero, despacio, lo dejó descansar, se levantó y cerró de un portazo el despacho de Nick, rompiendo el cristal, la lámpara y un jarrón con el mayor sigilo posible.


3 comentarios:

Clea dijo...

¡ME MEO! (Propiamente dicho)
¡Cuánta acción!

¡Qué precisión la de Pelotillero (o tortillero) para medir la estatura del estornudador!

¿Del perchero colgó el intercomunicador? ¡Diez metros en coche y ya lo esperaba una nube de periodistas! ¿No hubiera ido más ligero andando?

(Qué portazo, cohone, como si él no se equivocara nunca)

¡Ah! Tiene usted una errata (glup). En el primer halla...


Besos y gracias por estas risas veraniegas.
:)

Gabriel dijo...

¡Gracias, Clea, y disculpa el (ya corregido) error ortográfico que sólo me ha costado seis meses en galeras. Eso sí, con dos horas para comer.
Besos.

inma dijo...

Trepidante ritmo, !por tutatis! Que divertido! parece como si leyeras un cómic, y esos nombres, tan ocurrentes, me encanta. ¿Has pensado en escribir algún cómic? Ya sabes que ilustradora estaría dispuesta a tal aventura. Un besazo veraniego.