Te vi por primera vez una mañana radiante de abril. Yo paseaba por la aldea. Tú vendías a plena luz, una fruta que se adivinaba deliciosa. Me miraste y sonreíste, y sentí que algo se aceleraba en mi pecho.
Saliste del puestecillo y llenaste de cerezas el cesto de mi bicicleta. Me llegó el dulce y rojo aroma, que se entremezclaba con el tuyo.
Estuve comiendo cerezas toda la tarde. Cada una que me llevé a la boca, guardaba dentro tu sonrisa; y mi latido.
Desde aquel día, las cerezas son cada latido de mi corazón cuando te veo.
3 comentarios:
Dulce reencuentro con el blog. fruta de verano y latidos acompasados. Preciosa imagen. Mil besos.
Lo elegí por lo dulce, por lo cálido. Gracias, Inma
Enorme el latido. Y dulce.
Besos pallá.
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