-Hola, soy Julio
Tronío Bebetsander, y soy corbático por imposición social.
-Hola, Santander
de rostro abstracto. ¿Cómo das las volteretas? ¿Las encadenas?
-Corbático, querido
tarugo, no acrobático. Como tengo yo los riñones…
-Pues nada,
hijo, perdona la tragoverbosis provocada por tu asquerosa dicción. Sigue.
-Hoy en día me
alegra comunicaros que llevo tres meses sin corbata, justo desde el día en que
entraron a robar en mi casa y, quizá por los nervios, se fueron a por las
bragas beige de mi suegra; ella las guardaba junto a mis apéndices picudas, de
múltiples y distintas texturas, decoradas con motivos variadas. Las bragas
fueron dejadas en un contenedor para carpas de circo de grandes extensiones. Y
en Navidades, media comunidad me regaló una corbata.
-La cuestión es
que ahora vas sin ese colgante,
enhorabuena –dijeron dos ex usuarios de pajarita a lunares apretadas con fuerza
en los bolsillos.
-Mi historia
tiene que ver con la elegancia que supone llevar, moderadamente, ese trapajo
pendiente y pendulante, en lugar de ir hecho una birria andante, como vosotros,
queridos amigos, que da grima imaginar cómo iréis a las Juntas de Accionistas.
-Te seguimos, cenutrio.
¿Cuándo te diste cuenta de que no eras libre?
-La primera vez
fue en la boda de mi vecina Nati. Acudí a cuello limpio más allá de lo
higiénico, con tres botones desabrochados en mi inmaculadamente arrugada
camisa, dejando ver el vello rizado de mi pecho.
-¡Ainch, por
dio, por dio, que alguien pare a ese mushasho y no siga diciendo cosas tan
sésiles! –suelta una joven septuagenaria con coletas.
-Y ahí mismo,
en pleno altar, un antiguo novio de mi Santiaga me tiró en la cara la pieza
telar con el nudo hecho y mi novia me echó el lazo. Como si, literalmente,
estuvieran linchando a un malhechor. Con la cogorza tan grande que cogimos, no
pude desprenderme del colgajo hasta tres días después. Yo soñaba con que la
hubieran cortado y subastado, pero, por lo visto, eso es privilegio exclusivo del
novio; mi suegro estuvo atento y apretó el nudo. Ante tanto tonto intento, me
hice adicto. Al principio, para desayunar, comer y cenar. Poco a poco, hasta en
la piscina, haciendo juego con el bañador de turno.
-Resiste,
hijopordió –alenta la septuagenaria entre crujidos de mandíbula.
-Ya no sé qué
hacer ni donde ir. Hasta el espectador medio de los estadios me recrimina no
llevar el péndulo telar. Muchos van sin camiseta, algunos incluso dan forma de
corbata a la bufanda con los colores de su equipo de toda la vida. No sé qué
hacer, me siento como muy perseguidísimo.
-Una cosa es
irte pal guano, digo yo –suelta un ex usuario de lacitos moña, como en Nevada o
Texas-. Otra es llevar tijeras o bolsillo y, en cuanto salgas a la calle,
cortar o guardar la prenda y sentirte libre entre claxons de colores y
semáforos ruidosos. Vive al menos la mitad de una doble vida, aunque te
obliguen a ducharte imitando a un cuatrero ahorcado.
-No está mal la
estupidez que me propones, cocohueco. Lo pensaré.
-Pues piénsalo
pronto, tontoporra, porque tenemos aquí en el local, en la sala de espejos, la
reunión mensual de Nadar sin Nada, y, para que se vayan acostumbrando, han
aceptado acudir hoy, al menos, con corbata. A ver si puedes darle tú la charla
y nosotros descansamos.
-Pos bueno, pos
vale, pos me alegro.
3 comentarios:
La adicción a la corbata es de lo más original. No creía yo que enganchara tanto el trapejo. El título me parece genial, como de costumbre. El desarrollo, divertidamente enrevesado, .Los personajes son algo beligerantes en su discurso, me gusta más el tono más amable que sueles usar. Besazos varios.
Gracias por el comentario completo. Asumo que el tono amable siempre parece llevar a una situación más común y "compartible". En principio, te confieso que probé a ver si los diálogos reflejaban hartazgo, rutina, falta de atención. Si te parece, en lugar de corregir el texto, en cuanto pueda añadiré otro con correcciones, precisamente en el tono de los diálogos. Esa especie de palimpsesto o borrador, por establecer comparativas lo más globales posibles, aunque el tema sea el mismo.
Un beso y gracias de nuevo por tu tiempo.
Me gusta mucho más. Eres un crac! Has cambiado el tono y queda más resultón, opino.
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