jueves, 7 de junio de 2018

QUÉ DIFÍCIL ES SER PADRE (Y DE UN IMBÉCIL, MUCHÍSIMO MÁS)



Luis Estragos fue recogido del suelo de la tasca sin terminar la partida de dominó y llevado a urgencias; de ahí, sin pérdida de cabello alguna, fue conducido al quirófano seis, sacado de allí e introducido de nuevo allí, porque lo habían metido al revés. Se alegró por lo del seis doble.
Esa tarde operaba su padre. Se saludaron cordialmente con un apretón de manos muy suave para no escoñar las falanges de un virtuoso del bisturí.
Durmieron al paciente con un cuento pesadísimo. Después le pusieron la primera cadena y hubo que despertar a tres de los ayudantes del equipo quirúrgico, el Sangresita CF.
La primera rajada se produjo a las 16,45, hora española. Y se acabaron las contemplaciones.
-Niño, tontobolla, despierta.
El Luis, con anestesia para una ballena en celo, hizo lo que pudo y se medio incorporó. La otra mitad parecía descuajada, viscosa, como de goma derretida en leche condesada.
-¿Pasa padre? ¿Qué tenemos entre manos?
-Que me expliques por qué te has comido mi changüi de queso  y york. Y no me vengas con que es mentira podrida porque, como masticas tan mal, te lo estoy viendo en directo.
-Tenía hambrecilla, padre. De todos modos, con lo que me duele el abdomen y zonas periféricas al mismo, te ruego eches un vistazo a otra posible causa de mi molestia. El changüi estaba riquísimo.
-Échate otra vez en la camilla y déjame dar una vuelta por ahí con un buen manoseo.
-Hi, hi, hi, me haces cosquillas.
-Ay qué chaval de 42 años más majo tiene usted, señor jefe de quirófano seis –le decían sus ayudantes más pelotas.
-Callarse, que noto algo –dijo el padre y cirujano a partes iguales.
Hubo una expectación grandísima.
-Ajajajajá –soltó exultante el progenitor y experto rajador de tripas.- Aquí está: el envase de plástico –enarboló un pequeño taperguere de un solo uso recién extraído. No le había quitado ni el precio.
Hubo aplausos de los que se dan con el corazón más que con las manos.
-Mira, palmípedo soplaperas, esto que has hecho NO es hacerte tú la comida. En cuanto te recuperes dentro de dos años te llevo a un cursillo de manipulador de alimentos. No me importa si esta vez tampoco te vas de casa, pero por mis corvas que tú aprendes lo que es envase y lo que es comida. Anda, Paco, cóseme al niño y échalo a  reciclar.
-Al niño no, cachocabrí. Al envase.
-Taluego, papá.
-Adiós, hijo de mi vida. Nos vemos en casa.

4 comentarios:

Laura dijo...

Apuesto a que el problema real del pobre niñ...señor que le hizo acabar así, fue el precio. ¿Como no atragantarse? Hasta los blisters en sí resultan más digeribles, hasta los de plástico del duro.

Eso sí, ese padre se merece un altar, ¡la comida es sagrada!

¡Un gustazo leerte, como siempre!

inma dijo...

Qué bárbaro! Menuda familia. Me gustaría que nos presentaras a la mamá de tal engendro. Muy divertido, muy de tu estilo. Oye, tener estilo propio en los tiempos que corren es muy difícil y tú lo consigues. Por cierto terminé la novela. ¿Estás con una segunda parte? No quiero hacer espoiler aquí. Me gustó mucho

Gabriel dijo...

Gracias, Laura e Inma.
Genial lo del blister y el precio de las cosas para el pobre niño, criaturita.
Y gracias por tu lectura del libro CALABOZOS. Me ha encantado la idea de una secuela, jamás se me habría ocurrido, pero entiendo que tendría todo el sentido ver cómo los inadaptados e inadaptables se adaptarían o no a una nueva vida. No descartemos nada, que las plumas estilográficas (o las teclas) las carga algún que otro diablillo. Gracias de nuevo por la idea y por tu tiempo.
Besos.

Isa dijo...

¡Uy, uy, la que ha liao el chiquillo!
Siempre me sorprende de ti esa naturalidad para los diálogos. Y cómo no, ese humor con el que siempre me lo paso bomba.
Con la ayuda de Inma he podido volver a entrar. Y me alegro muchísimo.
Besos. Me comí un changui pa la cena, pero sin el papel de plata, que quede claro.