Los niños miraban atentamente el crepitar de las llamas en la chimenea.
De pronto, un hombrecillo rojo saltó hacia el suelo, desprendiéndose de aquel incendio y dijo:
¡No soporto que me analicen cuando trabajo!
De pronto, un hombrecillo rojo saltó hacia el suelo, desprendiéndose de aquel incendio y dijo:
¡No soporto que me analicen cuando trabajo!
3 comentarios:
Me ha recordado a un antiguo jefe, igual de quisquilloso y chiquitillo. Pero aquel tenía de rojo sólo la nariz de "darle al trinqui".
Otra genialidad de las tuyas en pequeño formato.
Me encantaría que me contaran este cuento quisquilloso delante de la chimenea. Con ese crepitar de cada uno, por dentro.
¡Anda que no tiene guasa el hombrecillo!
Publicar un comentario