viernes, 11 de abril de 2008

SOBRE EL JUEGO

Números imprecisos.

¿Harto de la rutina del parchís? ¿Cansado de paradas en seco?

Líese a bocados con los cantos de los dados. En una palabra, redondéelos. Obtendrá el dado esférico, una verdadera catanga a la hora de los juegos de mesa que despenden de un número previo.

[[Nota del inventor del juego: Si se sienten picarones, se tiran toda la tarde debajo de la mesa buscando el jodío dadito, que rueda y rueda…]]

 

La carta más alta.

Mi padre la puso encima del frigorífico y eructó, vacilón. Mi tío Paco en la lámpara araña, como si jugara al baloncesto; y mi abuela, al querer ganar poniéndola en el techo desde el mueble bar, se cayó por la ventana otra vez. A mí me pegaron con las babuchas, pero me salía el refresco de limón por la nariz, de la risa.

 

Damas (y caballeros).

El tablero era a la vez bandeja. Mi tía Susi ponía su platito con el vaso de leche para oír la novela y mi enamorada Micaela y yo, poco a poco, nos comíamos las fichas y después se las comía mi tía. Mirando por su salud, acabamos jugando sólo con galletas redondas.

 

Póquer (pura psicología).

El nuevo y el pastor iban de farol en esa mano con el truco de la ceja. Mi hermano y yo no sabíamos si había reina de picas por lo barata que costó la baraja. La novia del nuevo hacía muecas detrás de Morgan, el granjero, hasta que le vomitó por dentro de la camisa. El resto de la partida, concentrado, subía las apuestas. Voy, dije, y me fui al baño. Volví a los quince minutos y nadie había apostado nada más. El pastor seguía con el farol, totalmente deslumbrado por la frialdad del nuevo, que llevaba muerto unos cuarenta minutos. Al amanecer, nadie recordaba quien debía llevarse los treinta y siete centavos, premio único para el ganador final. Decidimos quedar para el siguiente lunes y jugar al póquer con más gente. Bastaría con alguien que conociera las reglas.

 

Dominó (tradicional).

El chino se las daba de saberlo todo sobre este juego, y como nosotros somos un poco soberbios, nos liamos a tirarle botellines de cerveza y almohadas a partes iguales. Más humilde, el chino sacó las ciento sesenta piezas de que se compone este juego en una aldea de su país llamada Cham Pa Ñá, con un elevado índice de alcoholismo. Nos explicó en menos de cuatro días que las piezas blancas y verdes son distintas de las rojas y redondas, que a su vez sólo valen puntos a favor si no están mordidas. Cuando acabó con las instrucciones del juego, lo guardamos en el armario y echamos una partida de dominó clásico, con sólo ochenta fichas, como está mandado.

 

Brich (trucos útiles).

Si el as de diamantes se cierra sobre el doble de la carta que tienes en la oreja izquierda, pero no se acerca ni de lejos a la mitad de lo que suman las dos primeras cartas de la pareja rival, tu compañero de juego es tonto. Se ve a la legua. Pero, si se rehace cual víbora y muestra media carta que indica lo que ha comido Lord Pillallou, uno de tus adversarios, la cosa mejora y podéis ganar unas libras. Se ve a la legua.

2 comentarios:

Isa dijo...

No quisiera verme nunca en una partida como ésas, compañero. ¡Genial, como siempre!

Lola García Suárez dijo...

No soy muy amante de los juegos de mesa (al menos de los clásicos,)pero tú me has enganchado. Me lo he pasado mejor que si jugara una partida.