lunes, 15 de septiembre de 2008

EL SITIO ES MÍO

“En la relojería se pasan las horas muy lentamente. Se es consciente del paso de los minutos, a cada minuto; y de los segundos a cada segundo.

Han puesto en mi lugar a un individuo que no se entera de que el relojero aquí soy yo, y los relojes se quedarán marcando las siete, quiera éste o no quiera.”

En los periódicos del día siguiente, la relojería Manzano fue noticia, por cómo todos los que allí se hallaban, vieron cambiarse, por arte de magia los relojes, a la misma hora en que su dueño fallecía la semana anterior, por un ataque de aburrimiento.

5 comentarios:

Peneka dijo...

Nunca nos vamos del todo...
Siempre vivimos en aquello que quisimos...
En aquellos que nos quisieron...
Vivimos en el dulce vaivén de las HORAS.
Un beso, parece que también a tí han venido a verte las musas. ME ALEGRO, por ti y por nosotros

Lola García Suárez dijo...

Isa, creo que has unido muy bien el paso del tiempo con la memoria de los que se fueron, aunque no del todo.

inma dijo...

El toque cómico de morir de aburrimiento le quita hierro a la muerte en sí y en como los relojes quedan sincronizados con su dueño.Enhorabuena.

Anónimo dijo...

Me encantan los cuentos de fantasmas, aunque después lo pase fatal de noche. Está muy bien contado, Isa. Tiene vida. Qué miedo pasaría yo en la relojería Manzano.

Gabriel dijo...

Qué buen guardián del tiempo. Y ahora, fantasma vivo, puede jugar con él. Para siempre. Para no aburrirse.
Precioso el cuento. La idea, estupenda.
Besos.