miércoles, 28 de abril de 2010
¿DESCANSANDO AMIGO OSCAR?
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martes, 27 de abril de 2010
ARTÍSTAS EN LAS CALLES DE DUBLÍN
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sábado, 24 de abril de 2010
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miércoles, 14 de abril de 2010
FOTOGRAMAS
Pero en otras ocasiones, las ganas de invocar a los recuerdos me llevan a asomarme demasiado, y es entonces cuando el vértigo me asusta, me aturde, llegando casi a confundir el ayer con el hoy.
Sin embargo, siento casi a diario la necesidad de visitar este peculiar espacio abierto de mi pasado, que incluso en los días más grises, me muestra un cielo añil, despejado y radiante, sobre un mar de igual color, y la sucesión de imágenes, cual fotogramas, siembra en mí la impaciencia por volver a aquellos días, a aquellos años, en los cuales todo, todo, se abría ante mis ojos como un abanico de posibilidades.”
Escandaloso este planteamiento para mi vida presente. ¿Qué mirador ni qué mirador? Esta introducción no sirve. Esa particular visión de mi existencia no me permite avanzar; vivir, en definitiva.
“Mañana quedaré con él. Lavaré ahora mismo la camiseta que más me gusta, la que más me favorece, y soñaré a todas horas con este encuentro. Mi corazón me anuncia (como suele sucederme a veces) que más pronto que tarde, sus labios se enredarán entre los míos, haciéndome sentir que la vida brota de ellos. Por eso ya lo celebro, porque las escenas que se suceden en mi mente, cual fotogramas, están por venir y serán el principio de una nueva oportunidad para ser dichosa. Seguro que sí.”
No, no y no. Esto tampoco sirve. Los recuerdos son un lastre, pero los anhelos, los anhelos incontrolados son un sinvivir, una obsesión absurda, y no te dejan saborear el presente; vivir, en definitiva.
“He puesto a Dulce Pontes en esta tarde alegre de primavera, y el fado inunda mi casa, mientras arreglo los rosales y les abono la tierra para que sigan otorgándome esa generosidad en forma de colores. Oigo la música, y me vienen a la mente imágenes, una tras otra, cual fotogramas, de mis paseos por las decadentes y maravillosas calles de Lisboa. Es éste un momento de paz conmigo misma, y ni las niñas de mi vecina, gritando como posesas, son capaces de rescatarme de esta sensación de gratitud ante la tarde que hoy saboreo.
El timbre suena. Es mi amiga, a la que hace algunas semanas que no veo. Viene a tomar un café conmigo y eso hace que Dulce Pontes suene en mis oídos con más “dulzura” si cabe, por poder compartirla con la mejor compañía. Me quito los guantes llenos de tierra y le doy un abrazo. Preparo un café que tomamos en medio de una buena conversación, sin otra pretensión que la de sabernos bien y serenas, contemplando el mundo desde nuestro día a día.
Entre risas y miradas cómplices, dice: “me encontré ayer con Rodrigo y pude advertir en sus palabras y en su gesto que cada día te quiere más. ¿Cómo lo haces, chiqui?”, y Dulce Pontes alza su voz y llega hasta mí como un regalo que se recibe en un instante preciso, para adornar, más aún, la felicidad de una tarde en la que sólo contaba con oír buena música y arreglar mis plantas; vivir, en definitiva.”
Ahora sí.
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Isa
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lunes, 12 de abril de 2010
DE INDEMNITARE PECUNIA.
Amigos, unas observaciones:
Ha muerto un familiar querido y, como ya tengo dicho en otro espacio, guardaré sus buenos recuerdos y el luto en el corazón.
El cuento de hoy, con vuestro permiso, vuelve a dejar bien clara mi intención de que la gilipollas esta de la hoz se olvide de que vivimos pendiente de ella. No es así.
Y, finalmente, disculpad que hoy no me disculpe de la longitud de este cuentito. Ni de su intención.
Abrazos.
El alto administrativo Almibarus Peris, de la empresa de seguros Serenitatis Finae, recibió el expediente como un jarro de agua fría. No necesitó desenrollar el papiro más allá de dos metros para saber que se trataba de un caso muy delicado.
Mandó a vestirse a las doce mujeres que había contratado para una pequeña orgía con pago previo, y llamó a sus criados para que dispusieran lo necesario para viajar a Betania. No hacía mucho que decidió alquilar este servicio a las amas de Roma, harto de las negativas de su adorada patricia Vera Apolínea, tras infinidad de solicitudes de amor sin boda.
Cuando vio que las mujeres no sólo no se vestían, sino que pasaban de su enorme salón a los aposentos de sus criados, decidió hacer la vista gorda y regalarles el festín a esos buenos muchachos. Además, ya estaba todo pagado.
Durante los períodos de descanso del viaje, A. Peris (así se anunciaba su correduría de seguros) revisó el expediente a conciencia. Se trataba de un joven llamado Lázaro que había suscrito una póliza de seguro de vida que incluía accidentes de trabajo, ya fuera por riesgo de la faena o por latigazos del amo, así como quedarse tieso un día cualquiera sin más explicaciones.
La cuestión era la dichosa letra pequeña: Cada parte debía cumplir con su obligación para que procediera el pago de la indemnización correspondiente en sextercios romanos no devaluables. A este pago se había procedido, según la publicidad de la compañía, de modo constante y sonante, en monedas de oro y a los dos días del óbito.
A lo que se enfrentaba A. Peris era a la reclamación contra Lázaro, exigiendo la devolución del dinero. La causa: incumplimiento a posteriori de la cláusula más importante del contrato.
Lázaro recibió a un mensajero adelantado a caballo que le anunció la llegada del administrativo y explicó brevemente el motivo de la visita, dejándolo blanco como el papiro. Y no era la primera vez.
Pasados unos minutos de embarazoso silencio, las hermanas de Lázaro allí presentes explicaron al mensajero que comprendían la situación, pero que, hasta la llegada del funcionario, tratarían de hablar con su abogado.
Al marcharse el jinete con la inesperada respuesta, los tres hermanos, Lázaro, Marta y María, mandaron buscar a Jesús de Nazaret, un tipo realmente amable y bienintencionado, pero responsable en cierta medida del lío en el que estaban metidos. Entre otras cosas, el dinero recibido por la indemnización se había invertido en rehabilitar la choza, incorporando mejoras en la zona de los baños, más un piquito a plazo fijo que tendría serias penalizaciones si era rescatado antes de la fecha pactada.
Cuando por fin llegó el funcionario a la casa de Lázaro, ya estaba Jesús esperándole junto a los tres hermanos.
-Pasa, chaval, -le dijo Jesús con una sonrisa encantadora y el estilo del mejor anfitrión.
Tras atenderle con agua y aceites para las manos y el rostro, el romano fue regalado con fruta fresca, chorizo fresco y pan ácimo, que A. Peris apartó delicadamente, sacando de su bolsa pan romano fresco del día.
-Vayamos al grano, por favor, -dijo A Peris tras agradecer la hospitalidad recibida-. En esencia, -prosiguió- se trata de dinero. Mi compañía reclama incumplimiento de la cláusula primordial, la primera, que obliga a estar frito.
Tras un silencio breve, Jesús tomó la palabra. Para eso estaba sembrado. Sin dejar de sonreír, con gestos que imitaban a conspiradores, quitando hierro al asunto, etc., se levantó y dijo:
-Mira chaval, (el tratamiento de chaval no disgustaba cuando salía de su boca), Lázaro, SÍ ha cumplido. Sin más, aunque sea durante tres días. Y no hay mucho que discutir, es incontrovertible. Doy Fe (sonrisa pícara). Yo me hago responsable de que ande de nuevo por aquí, la mar de feliz, pero no niegues que él, cumplir, lo que se dice cumplir, cumplió. Y además creo que cumplió años, que festejamos hoy. Aquí el gran cambio en el historial de tu compañía ha sido pagar por primera vez la indemnización al propio tomador de la póliza.
A. Peris dio por buena la intervención y tomó notas para añadir cláusulas más restrictivas a las pólizas futuras, donde, en caso de retorno por resurrección visible y pronta, no se soltaría una sola moneda.
Invitado a permanecer como huésped de la familia, mantuvo agradables charlas con ellos y sobre todo con el tal Jesús, un hombre que sorprendía con chascarrillos o sentencias profundas, según la conversación lo requería.
Pero llegado el punto de ofrecer sus productos, tal como hacía en todas sus visitas a clientes pasados y futuribles, A. Peris se abstuvo de plantear a Jesús pólizas de vida. Según le oía contar cosas, el funcionario se olió que iba a vivir situaciones parecidas sin que los contratos estuviesen revisados a tiempo, a tenor de la lentitud de las oficinas centrales.
Durante las comidas y compartiendo el vino, el romano se quedaba extasiado con las palabras de Jesús, que, sobre la marcha, además, realizaba pequeños milagros según necesidades de los vecinos. Si algún chiquillo entraba descalabrado por un par de pedradas recibidas en el lapidarium, salía de la choza con unas suturas dignas del mejor cirujano, una moneda de cobre para dulces en la mano y una sonrisa.
Esas y otras maravillas dejaban al romano encantado del trato con Jesús, que, finalmente, le dejó ver algo sobre su futuro, con lo que Almibarus dio por buena su idea de no suscribir ningún seguro. Jesús lo hizo con su habitual buen humor.
-Resulta, -dijo sobre un sueño y aguantando la risa-, que estoy en una cruz clavado, ¿no?, pues en lugar de enfados, insultos y otras barbaridades, ¿sabes lo que se me ocurre decirle a los centuriones?
Aquí el propio Jesús no pudo aguantar la carcajada, que se hacía contagiosa.
-Pues les digo “¡Vaya vacaciones de Semana Santa que me estáis haciendo pasar, por Dios!”.
Con dolor en los costados, los hermanos, Jesús y Almibarus se retorcían por las alfombras con la ocurrencia, derramando el vino o dejándolo escapar por la nariz, sin poder parar de reír.
Una vez se despidieron, cada uno volvió a sus quehaceres y A. Peris redactó cómo unos bandoleros le habían robado el dinero por el camino, de noche y sin enfrentarse a su escolta. Su prestigio de hombre íntegro respaldaría su declaración.
Antes de llegar a Roma, pidió sus alforjas para presentarse ante su superior y rendirle cuentas.
De un bolsillo, sacó su informe, en el que no se leía ni una sola palabra de las escritas por el camino. El informe estaba en blanco y volvió a guardarlo.
Del otro bolsillo, sorprendido de su peso, sacó una bolsa blanca con el importe exacto, en monedas de oro, que Lázaro recibió como pago de la póliza.
Al volver a su mansión, pasó antes por la casa de Vera. Dudando si volvía a llamar a su puerta, miró distraídamente el documento. Ya no estaba en blanco. Contenía una hermosa declaración de amor que, sin saberse observado por ella, dejó por debajo de la puerta de su amada.
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Gabriel
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lunes, abril 12, 2010
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miércoles, 7 de abril de 2010
La pluma
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miércoles, abril 07, 2010
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domingo, 4 de abril de 2010
VENID CONMIGO Y DISFRUTAD
El Viernes Santo por la mañana, mientras las calles de Sevilla aún se estremecían con el transitar de las hermandades que iban de camino hacia sus templos, yo decidí pasear por el Parque de mi ciudad, ese que lleva nombre de mujer y que guarda entre sus rejas el olor a azahar, el cantar del cuco, el vuelo bajo de la tórtola... Decidí pasear junto a mi padre, por entre sus magnolios, sus fuentes que nos envolvían con el rumor del agua, los gritos de los niños que jugaban tras una pelota o quién sabe qué... Y me estremecí con tanta belleza. Escuché a un hombre decir "esto es para caerse de lo bonito que es...", y es cierto que es hermoso. Y es cierto que engrandece nuestro espíritu, que lo apacigua, que lo adormece, que lo envuelve entre arrullos y colores...entre aromas y recuerdos.
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Peneka
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domingo, abril 04, 2010
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