lunes, 27 de junio de 2011

Diario íntimo (3).

Rodar y rodar.

Los Mendetzer –digo yo- no somos unos maldecidos eternamente. Quizá, como dice mi primo el palizólogo, sí lo hayamos sido por horas, o sea, a tiempo parcial. Hoy, cuando ha venido a vernos el alcalde de la capital, el señor Karpite Kuplito, no hemos podido tener más mala suerte: mi abuela y su amiga de toda la vida, Soraya Sostein (desterrada también porque estaba de visita en casa) limpiaban el suelo de nuestra cabaña y el político local resbaló durante seis metros, los que van desde la entrada hasta el sofá, como las estrellas del rock en el escenario. Pero no le sentó nada bien.

-Si queréis guerra, la tendréis –ha dicho mirando a Soraya, que se ha defendido lo mejor que ha podido de las acusaciones de magnicidio.

-..yase usté al garaho, consegal miérdico y nórdico –le ha zampado en plena cara y sin dejar de masticar sabe Dios qué. Después dice que no tiene hambre.

Nosotros no hemos aplaudido ni a uno ni a otro, porque, aunque la abuela es de nuestra sangre y su amiga está majarona, el hombre no miró siquiera el triángulo de plástico amarillo de la entrada, el que indicaba “suelo húmedo” en catorce idiomas, entre ellos el groenlandés y el danés, por aquello de las soberanías y las pamplinas.

De hecho, cuando ha podido incorporarse, el alcalde ha comprendido nuestra postura y sin desenfundar su arma ha esbozado un esquema de la orden de expulsión de nuestra familia al completo –amigotas incluidas- de esta isla tan grande.

Mi padre no se mete en nada según mi madre -incluida ella, según ella, pero esa es otra historia-. Pues a pesar de ser como es, se ha levantado del sofá y la ha emprendido a golpes de pompas de jabón en la cara del alcalde, que se ha visto superado por los acontecimientos y ha salido a todo correr, mascullando algo.

Van llegando para comer los miembros de la familia, de esta familia estigmatizada por un toque del duende Nómada Lagana (según el abuelo Igor), ése que te enfila y te envía a dar vueltas por el mundo como si no tuvieras nada más que hacer. Incluso Gamínedes, que pone un billete de cien dólares como señalador del libro que nos lee actualmente (Frankenstein), se ha sentado a la mesa pero apenas ha probado bocado.

Mientras sirvo el pan de kolfú con manteca gris de primer plato, intento levantar la moral de mis consanguíneos:

-Esto va a ser un arrebato espontáneo y sin importancia de toda la población que vive aquí, a todas horas, sin motivo alguno, pero con la idea firme de no vernos ni amanecer mañana. No os preocupéis.

Mi padre me ha amenazado con una pompa de jabón tan grande que podría engullirme y me he sentado a sorber en silencio la sopa yoshiroshi caliente.

El abuelo Iván ha hablado, por fin con la dentadura en el orden correcto en cuanto a mandíbulas:

-Terminad de comer, que nos vamos a León. Aún no sé si al Bierzo o a la Maragatería. Depende de los vuelos. Tú, Gamínedes, encárgate de reservar y no te peles, que allí también hace fresco. Y tú, tontopolla –ha dicho mirándome fijamente-: ojito con lo que escribes en tu diario, que nadie tiene por qué enterarse de que ando en líos con la callista.

Mejor, en efecto, me callo lo de los callos pero cierro mi diario con dos llaves para empezar a hacer mi equipaje. Como si lo hubiera deshecho. En fin…

1 comentario:

inma dijo...

amigo Gabriel, dejo de mirar esto un día y semakumula tu tarea. Desde luego tienes "carrete" para rato. Me alegro porque el resto estamos algo sequillos de ideas.
Estupenda la vuelta a España de la familia porque esto no es lo mismo sin ellos, No iremos a León por si acaso este verano vamos, y nos los encontramos.¿De donde sacan la manteca gris?me parece que te inspiras en el recetario de alguna parienta ¿o no?