jueves, 7 de julio de 2011

ILUSIONES.

Varias veces intenté llevarle flores a Casandra Gómez de Allipuz, mi vecina, en medio de la Gran Guerra entre las comunidades de propietarios de los bloques 4 y 7 de la Barriada de los Jenízaros, en pleno centro de Écija. Pero unas veces porque recibí en las mangas terribles impactos de miga de pan húmeda, bien porque otras fui yo mismo quien harto de luchar envié flores –con el tiesto- a la cara de algún enemigo estúpido, la cuestión es que no las pude poner en sus manos.

Más tarde, una vez firmado el armisticio, un tratado por el que se prohibió el juego de petanca dentro de los ascensores –una gran derrota para nuestro bloque, el 4- ya no quedaban flores en nuestras macetas. Sólo hallé algo de perejil, apenas un matojo y no fui capaz de dejar sin aliñar y mejorar la presentación de algunas fuentes de patatas cocidas, con su tomate y su cebollita picada y condimento al gusto de sal, aceite y vinagre.

De modo que una vez más el amor se doblegó ante la guerra cruel –en el frente hubo hasta sartenazos en la frente- y se heló durante semanas después, en la aún más cruenta guerra fría, la que evita cicatrizar las heridas. Y fue ese tiempo –lo menos un mes, quién sabe- el que aprovechó Giraldo Moreno, un maestrito de Santiponce, para traer de su barrio un macetón que daba gusto verlo, lleno de margaritas, tulipanes, gladiolos y una rosa. Apareció por la tarde, en plena recogida de mondas de papas de los suelos, subió al segundo y al abrir la puerta le ofreció el macetón a Casandra.

Menos mal que Casandra tenía las manos resbalosas de estar fregando y el enorme tiesto vino a aterrizar sobre las zapatillas azules de Giraldo, estallando la tierra en mil direcciones y quedando incrustados los tallos en el dobladillo de su pantaloncito de tweed inglés a cuadros.

Se retiró el petimetre con sus flores como adorno de sus perneras y yo aproveché para acudir con rapidez a mi paraíso terrenal, armado de una escoba y una aspiradora a pilas. Dejé limpio su portal y Casandra me hizo esperar unos instantes, tras los cuales volvió con las manos secas y, en un gesto sorprendente de aparente aceptación de mis intenciones amatorias, con los dedos de su mano derecha hizo varios repiqueteos sobre mis labios, estilo rasgueo de guitarra de acompañar, obligándome a emitir aire con ruido al mismo tiempo, lo que provocó un efecto graciosísimo.

De eso hace veintidós años y la cosa parece un poco parada desde entonces. No sé si seguir haciéndome ilusiones.

6 comentarios:

Peneka dijo...

"Quien espera...desespera", aunque no es este el caso de nuestro amigo.

Ese sonoro y dulce roce de los labios de él con un dedito(seco ya, eso sí)de ella, me ha encantao, me ha reencontrao con el amor más puro, más tierno, más vecinal.

Desde luego, no tienen tus relatos nada que envidiarle a la 13 rue del percebe.

¡¡¡Me encanta...!!!

inma dijo...

¡Genial! Amor puro y duro al más clásico estilo donde nunca se sabe si "rematan" alguna vez, pero donde perdura la ilusión tras 20 años de espera ¡qué cosas! Me gusta. Lástima del macetón tan bien preparado y lo poco que duró. La hora de recoger las mondas de papas no tiene desperdicio.

Isa dijo...

¡¡¡¡Jajajajajajajajajajajajajaja...!!!!
¡Ay qué gusto de relato, por dios santo! Me imagino a ese pobre Giraldo con el macetón, y más tarde, con las florecitas en los dobladillos.

¡Cuánto tienes ahí dentro! ¡Cuánto para dar! ¡Cuánto para darnos! Eres un lujo, compañero y amigo.

¿Sabes que desde la última vez que te vi, te quiero más?

Un beso enorme. Y enhorabuena por estas "Ilusiones".

inma dijo...

¡Uyyyyy uyyyyyy!¡Qué comentario, Isa!

Isa dijo...

¡¡¡Jajajajajajajajajaja...!!!
Sí, es verdad, Inma. Vaya comentario. Pero, para el que no sepa, aclaro que es muy casto. Él sabe todo el bien que me hizo la última conversación que tuvimos. Ahí descubrí algo más de su persona que terminó de conquistar mi cariño.

paquita dijo...

Que puedo decir despues de tan merecidos elogios por parte de las
compañeras?, pues nada,solo sumarme
y ratificar todo lo dicho y añadir
que heres un genio, un abrazo querido amigo. Pquita.