domingo, 25 de diciembre de 2011
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domingo, diciembre 25, 2011
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sábado, 24 de diciembre de 2011
NAVIDADES
Navidades.
En plural. Las de cada uno con sus seres queridos o más cercanos. O en concreto, La que queremos compartir aunque sea única. Ese pequeño mini mes donde proponemos sentimientos solidarios.
Desear felicidad se ha ido decantando a tener salud y cosas buenas y bonitas. Así la hemos definido, pero nos gustaría –eso decimos- aderezar el bienestar con una pizca de gracia, de magia, de sensación cariñosa vaga pero entendida de modo que se invente un toque común imprescindible; de una comunión real. De una mirada y un abrazo.
Necesitamos compartir.
Por eso se crean tantos grupos, alguno de la nada –o porque nadie se acuerda de cómo fue- y otros de un proyecto de los que no avisan y piden muchas manos. Trabajar juntos nos une más de lo que nos creemos.
En nuestro grupo, Paraleernos, escribir tuvo y tiene que ver con una puesta en común de sensaciones que nos emocionaron. Teníamos cuentos para contar y nos sorprendimos compartiéndolos. Fue gracias a leernos en voz alta como mejoramos de modo inmediato los relatos y veíamos que pulirlos una vez atrapados del mundo donde vuelan era labor de paciencia: empezamos a ver el oficio.
Después, mes a mes, han empezado a cumplirse los años.
Y aquí estamos.
Con la necesidad de sentir que nos ocupa pescar palabras para ordenarlas en cuentos. Como el barro y el alfarero. Así nos esperamos y encontramos en este rincón.
Recordarnos en estas fechas, creyentes cristianos o no, es una tradición simpática. Y la agradezco: nos avisa de que hay que pensar en los demás. Rescatemos esto por encima de las compras, el consumo y el regalo obligatorio. Tiempo habrá para eso.
Lo primero, Beli, Isa, Inma, Irene, Paquita, Lorenzo, Loli: os mando un abrazo y os deseo lo mejor.
Al resto del planeta, asiduo lector de este blog, también.
Felicidades.
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sábado, diciembre 24, 2011
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Etiquetas: El Editorial
jueves, 22 de diciembre de 2011
UN DÍA CUALQUIERA.
Pongamos por caso el de hoy, sin ir más lejos.
Golpe de esos de calambre en el codo al apagar el despertador. Me duermo. Me despierta el segundo despertador. Golpe en el codo. Picardía gorda. Se despierta mi mujer que jura que ella no eligió el color de las cortinas del Congreso de los Diputados. Se duerme no antes de girar como una peonza y empellonarme contra la lamparita de mi mesa, que se hace pedacitos.
El de la radio, envalentonado, me dice que hace frío, que llueve y que el viento me va a llevar en volandas a trabajar, para que suba la productividad del país yo solo, sin ayuda de nadie.
Llego a la ducha, donde resbalo y no caigo, pero habría sido mejor hacerlo. Quedo en realidad en postura anaxagórica, es decir, piernas abiertas en lateral con pubis pegado a la peana del lavabo. Son apenas diez minutos lo que tardo en desdoblarme y recuperar una verticalidad digna. Resbalo de nuevo y caigo como Dios manda, o sea, mandíbula contra el frasco de gel con ph neutro –que amortigua el posible k.o. técnico- y culo sentado con gran superficie de contacto en la baldosa.
En cuanto el agua caliente cae sobre mí, me acuerdo y me quito la camiseta cutre del 92 que me pengo para dormir si no hay visitas. Controlo la aplicación del champú para los pies, así como la cantidad justa de pasta de dientes para el pelo y salgo hecho un chaval con la toalla del bidet en la cintura y la alfombrilla sobre los hombros.
Peino mis canas con soltura y mi mujer, al entrar sin preaviso por detrás en el cuarto de baño, configura en el espejo de enfrente una imagen de ministro de hacienda eficaz que logra que suelte el peine y éste quede clavado en una de las placas de escayola del techo. Justo de la que, al arrancar el peine, comienza a caer polvo gris, polvo blanco, agua gris y cadáveres de moscas verdes. Mi pelo pierde su brillo, el que le había provocado la pasta de dientes plena de bioclorosidenoldentina, un compuesto que va de maravilla para los implantes, testado en tiburones y presentadores de telediarios.
Me sacudo el pelo como puedo y mi mujer tose expulsando la mayoría de las cosas que se había tragado en un bostezo simultáneo a mi barrido del cabello.
Nos miramos y, en un nudo elegante, sin apretar mucho, como sólo ella saber hacerlo, se ajusta la corbata sobre su pijama de franela y se va disparada hacia la puerta de la calle, con mi maletín.
No trato de detenerla, pues mi cerebro –antes de las diez y sin cafelito- no articula expresiones reconocidas por la Real Academia.
Ella es lista y, en dos volteretas laterales, se echa de nuevo a dormir sin importarle las incidencias. Pero no jura haber dejado la puerta cerrada.
El reloj sigue su camino. El de la radio se cree que le estoy haciendo el menor caso a sus amenazas climatológicas, económicas y la madre que lo trajo.
Mi mujer vuelve a girar y se rebulle entre las sábanas. Yo trato de recobrar algo del ritmo habitual de mi vida y me voy al sitio donde pongo los calcetines y los zapatos. No entiendo cómo aparecen allí las zapatillas de felpa y unas medias de rejilla de mi talla.
Algo tendrá que ver el orujo, pensamos los dos al mismo tiempo.
-Sí, si no digo que no –expongo- pero eso fue hace muchas noches, ¿no, querida?
Y me da por fin un tembleque sísmico al sistema musculopulmonar que me advierte que son cuatro días los que llevo –llevamos- sin ir a trabajar.
El suave siseo de una carta de despido ¿improcedente? bajo la puerta parece llegar con la idea de esclarecer mi mente.
Ya la abriré mañana, seguro.
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jueves, diciembre 22, 2011
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lunes, 19 de diciembre de 2011
EL OLIVAR DE JAEN.
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lunes, diciembre 19, 2011
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viernes, 16 de diciembre de 2011
Exposición en el Ateneo
Desde este nuestro blog, os invito a la inauguración de mi próxima exposición. Será en el Ateneo a las 19,30 horas. Ya véis porqué no escribo, pero intentaré corregirme para primeros de año. Me haría ilusión veros por allí.
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lunes, 5 de diciembre de 2011
RECUERDOS DE VIAJES (4).
Viaje al Tah Majal.
Nicasio, mi cuñado favorito, tenía ganas de darle un caprichito a su querida esposa, mi hermana Carlota, después de la pelea que tuvieron en el Madison Square Garden a doce asaltos, que interrumpió el árbitro en el sexto porque había que poner la cena y bañar a los niños, que para eso son los dos muy serios.
Total, que nos propusimos ir a la India. Enseñé unas fotos en casa, comenté algo de arquitectura mogol –tanto construcción como materiales- y Nicasio se llevó la pulidora en una caja llena de papel de bolitas de las que explotan y entretienen.
Al rebufo de la iniciativa, nos juntamos los dos matrimonios y la suegra no común, la madre de Nica, doña Dolores, Dolola para los amigos, que se contuvo y trajo consigo sólo diecisiete maletas, zapatos aparte.
-Con dos cojones, -dijo la que facturaba a doña Dolola al ver como ella misma se cargaba a la espalda el maleterío sin pedir ayuda ni aceptarla.
Pasar por la aduana al llegar necesitó de un servicio de abrillantado de la terminal seis del aeropuerto de Nueva Dheli, con un precio estupendo, porque mi cuñado tiene una mano enorme. Me explico: fue la mejor forma de demostrar que no íbamos a derrocar al gobierno. Además, el ciudadano medio indostaní se escoña de la risa cuando patinan los que corren a punto de perder el vuelo. Alguno había que se distraía mirando el reflejo de los muslos turgentes gracias al acristalado. Además, aplicamos un IVA reducido. Un éxito inicial.
Pero abrillantar el palacio era otro cantar.
Los guardias pedían sesenta millones de rupias nuevas –sin mordiscos- para entrar, otros doscientos millones por alargaderas para el enchufe y la mitad más para estar atentos y que nadie pisara el cable ni se lo comieran las ratas. Negociando, nos dejaron pasar por cien rupias recién pulidas con limpiametales.
Llegamos sin preguntar a la sala de guardar cosas, que confundimos con la habitación donde vivió la que le dio el nombre al edificio, doña Mumtaz Mahal. Nos dedicamos a mirar al techo y a buscar influencias arquitectónicas francesas. La mujer de Nica, un lince en el periódico buscando “las siete diferencias” entre dos viñetas, localizó un croissant mordido aunque fresco del día y nos dio breves explicaciones que nos convencieron por completo.
Después, sin intención, los cinco metimos los pies en unas macetas grandes, llenas de agua santa por lo que recibimos cada uno seis zapatazos donados en nuestra espalda por la gentil doña Savahara Blabracantranstra, una de las cuidadoras del jardín al que dimos en busca de una solería grande donde lucirnos.
Y así, huyendo de los babuchazos, llegamos la mar de rápidos al mausoleo, quién lo iba a decir, con la pulidora a hombros por turnos. Aquello, en un extremo del conjunto blanco, era lo que veníamos buscando.
Al principio querían dispararnos y quizá entonces hacernos tragar las piezas más grandes de la pulidora para deportarnos después a Móstoles. Pero la vida da muchas vueltas y una nube marrón se cernió por la misma cara sobre el maravilloso centro del turismo, la visita obligada a la India. La nube tenía poca agua y mucha, muchísima porquería de origen contaminativo. Una de esas nubes que tenemos en España para llover después de lavar el coche.
La cúpula se puso hecha un asco. Y las lluvias monzónicas limpias, de aguas cristalinas, iban a tardar más que doña Dolola en poder volver a cerrar sus maletas después de las compritas de souvenirs.
Total, que Nicasio sacó la libretita de facturas y en un pispas llegó a un acuerdo y –con tarifa de amigo y subiendo como un gamo- le dio tal pulidito a la cúpula y lo que es la fachada principal –la de las postales- que hubo que regalar gafas de sol durante un tiempo a los turistas de iris delicado.
Volvimos a casa como héroes.
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lunes, diciembre 05, 2011
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sábado, 26 de noviembre de 2011
RESPUESTA PARA INMA Y BELI
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martes, 22 de noviembre de 2011
jueves, 17 de noviembre de 2011
Alfilosofías.
Si las pelotas no te botan en el partido, ¿qué pelotas te votan en el partido?
Aquel arquitecto bajó por la escalera de su vida.
“En caso de poco peligro de incendio, aráñese el vidrio suavemente con uñas cortas.”
Se busca criada. No debe andar lejos.
Si no toca con trabajo, la viola.
Las pequeñas estampas de motivos indecentes ¿se llaman estamputas?
Más vale guisantes que crudos después.
No sé ya lo que sello.
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miércoles, 16 de noviembre de 2011
LAS TRES HERMANAS
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martes, 15 de noviembre de 2011
NO ME DEJES.
No me dejes dormirme en un poema
cansino, calculado y derretido:
no me rías ni digas que has reído.
Pero sí si chamusca y no te quema.
No permitas el juego de la rima
por culpa de finales parecidos,
ni me abraces por versos conseguidos
si lo dicho con ellos te da grima.
Muéveme al fin, sacúdeme las venas,
que se aclaren de ripios bochornosos;
que soporten que no hay gloria en tanta pena.
Que renazcan de mil fallos gloriosos,
que intenten reducirme la condena
de andar en tanto verso mentiroso.
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martes, noviembre 15, 2011
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sábado, 12 de noviembre de 2011
¡De nuevo expongo!
Aquí, en primicia para vosotros os muestro el diseño del cartel de nuestra próxima expo. Será en
La Casa de las Sirenas. La inauguración, el día 5 de diciembre a las 7,30 de la tarde. Espero veros por allí.
Un besazo para todos.
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sábado, noviembre 12, 2011
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domingo, 6 de noviembre de 2011
EL GABINETE DE LA DOCTORA PLESNECTER.
Gabilonda Plesnecter Bifomatandaska, alias Brenda, soñaba con su propia consulta de otorrinolaringorrodillología. Estaba harta de Benito Spiriakatsis, quien nunca atendía de frente a los pacientes, fuera lo que fuera que hubiera que operar. Y de su otra colega, Petrasova Cantalobosblancos, una mujer con ideas fijas en cuanto a extirpar la mayor parte de cosas a los enfermos en cuanto se descuidasen, empezando por la cartera, que consideraba un bulto sospechoso en los pechos de muchos muchachos. Gabilonda no era así.
Acudió a un agente inmobiliario, Nasalio Estrepandabus, para que le buscara un local sencillito, de entre ocho y diez hectáreas, con techo cubierto, capaz para veinticinco mil espectadores en las cirugías. Gabilonda soñaba con la mejor marca mundial del año en extirpación de legañas furibundas. Sus compañeros no pensaban igual, a ellos sólo les guiaba el dinero.
Se gastó una fortuna en acondicionar el local y encargó la publicidad a la agencia japonesa Lodigoyotodo, quien se encargaba de cualquier detalle. Cuando apareció en la pista central con sus guantes de goma verde, su bata azul y su mascarilla amarilla, el público rugió y los aplausos despertaron al paciente, que hubo de ser anestesiado a palos limpios.
Al ratito, Gabilonda, después de exhibir como trofeo un chicle adosado al páncreas del paciente desde 1987, suturaba con una sola mano la mínima incisión y de dos tortas con el dorso de la mano invitaba al enfermo a saludar de pie: aunque se cayera al suelo después, eso ya no era responsabilidad suya.
Pero el final no parecía feliz. Al decir Gabilonda que todo el mundo podía irse a casa y dejar de molestar, las puertas del recinto no se abrían para fuera ni para dentro, ni para los lados, como supuso un listo. Hasta el enfermo se agobió.
Desde fuera, las voces de Benito y Petrasova, a capella, interpretaban el duetto “Muera la traicionera, muera en salmuera”, de Patritsio Monkismonkis. Era su forma de decir que la iban a majar por no contar con ellos para la gala inicial ni para el negocio final. Al final del canto, desembalaron cien kilos bien despachados de proyectiles con mechas rubias, listos para ser tirados para dentro desde fuera.
Gabilonda comenzó a masticar el chicle rescatado para matar los nervios. El público se le echaba encima tanto con sus cuerpos como con sus opiniones, entre las que se distinguían claramente “chufla” y “tripona”. Finalmente, guardó el chicle y decidió echar por debajo de la puerta una copia modificada de su escritura de constitución, donde incluía como socios a Benito y Petrasova.
Se pudieron abrir las puertas, salió el público en avalancha con el satisfactorio resultado de mil seis personas pisoteadas y los socios se fueron a tomar un refresquito.
A las seis de la mañana, encendieron un cigarrillo junto a las mechas y viajaron juntos por los aires al mismísimo atolón de Blohamura, junto a la isla Karahorharo, donde aterrizaron calvos y sin ropas, pero con el título de medicina para colgar. Los nativos los acogieron con alegría y cantos de gratitud a sus dioses locales, que les daban la opción de abrir la consulta externa inaugurada hacía diecisiete años por un ministro de Sabadell que por fin podría volver a casa.
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domingo, noviembre 06, 2011
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viernes, 4 de noviembre de 2011
Accidentalmente
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lunes, 31 de octubre de 2011
Mirando a Sevilla
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domingo, 30 de octubre de 2011
GRANDES BATALLAS DE LA HISTORIA (XXXII).
Batalla de la Nasa.
Tres, dos, uno, cero… fueron las calificaciones obtenidas por José Manuel Jefferson Olivera en sus exámenes para astronauta. La cuestión era peliaguda: estaba predestinado por su familia para ser el nuevo Amstrong, el dueño de las estrellas del siglo XXI, y ahora ese sueño parecía imposible.
Llamó a su abuela, doña Genara, residente en Bienvenida, provincia de Badajoz.
-Agüeli, que man mandao pal mierdo y no puedo montarme en los cacharritos.
-¿Y la mona Perchitas, dónde está la mona? –preguntó llena de angustia y malestar doña Genara. La mona era descendiente directa de la primera que viajó en un proyecto Apolo y la habían criado en Badajoz, en la finca de los abuelos; hasta el propio don Honorio, esposo de Genara, murió por ir a darle la merienda cuando estaba subida en un limonero. La mona lloró muchísimo.
-La mona está bien, agüeli, a ella sí la dejan subir a la cárzula. Pero tiene que ir otro con ella y a mí no me van a autorizar.
-Tuspérate quieto ahí y verán los pinchapollos ésos. Vete para el aeropuertuario, que estoy allí en un pis de pases.
Y la verdad es que tardó poco la mujer. Y eso en los relatos se agradece.
Aplastado bajo las cuatro maletas repletas de chacinas que se trajo doña Genara, José Manuel se metió en el taxi junto a su abuela, camino de cabo Cañaveral.
-Desde luego, mira que veniros aquí con tu padre, ese migas blandas, en lugar de quedaros en la tierra. Menos mal que te venías los veranos a curarte y recuperarte.
-Si, agüeli, que siempre me preguntaban por los gazpachos, las tortillas y los filetones de lomo. Así volvía de gordito y colorado a Colorado.
Al salir del taxi, fueron a su encuentro la madre, el padre y la mona. La madre, la abuela y la mona se fundieron en un abrazo. El padre recibió las maletas en los brazos.
Una vez en el centro de reclutamiento de astronautas para misiones interestelares, el grupo familiar fue recibido por los instructores en pleno, cada uno con su carpeta de exámenes de José Manuel.
-Buenos morning tener ustedes todos, -dijo el jefe del grupo en su más correcto espanglish.
Doña Genara, un poco lenta por el jet lag, falló al abofetear al de la sonrisa más prominente, aunque le tiró la gorra al suelo, que cayó al mismo tiempo que ella.
-Usted vieja estropiciada tener buena golpe, pero chirriar caderos y costar levantamienta vertical, up, ¿comprendería mi? hiei, hiei, hiei.
Mientras el grupo de monitores reía al mismo compás desangelado, surgió el factor desequilibrante: la mona, una experta en el combate de guerrillas y las combinaciones químicas de segundo orden. En menos de lo que tarda una vecina en llamar a la puerta de otra que se lo está pasando bien con su marido para recriminárselo, Perchitas se metió en el laboratorio y mezcló sustancias con precisión, logrando sintetizar el preparado llamado miermojonina, de la que, tras repartir máscaras para los suyos, esparció una buena cantidad por los pasillos mediante un aspersor, como es lógico suponer.
Los Yankees querían irse gou hom del tirón. Ni uno solo podía mantener la sonrisa y tres de ellos se refugiaron dentro de una lavadora cercana, donde se lavaban los calcetines de los caballos.
Llegaron rápidos refuerzos y se fueron mucho más deprisa. La Nasa estaba nasalmente aturdida y la mona daba volteretas. José Manuel estaba maravillado, sus padres sentados charlando y su abuela en una hamaca sostenida entre dos percheros. Doña Genera aspiraba y sentía los componentes de la miermojonina, donde no podían faltar doce miligramos de pellejo mustio batido de su Collantes, el cochino con mejores andares del siglo XX.
Las pantallas gigantes dieron la noticia: “Jesé Manuelo aprobar por mis muertas todos. Abrir puertos y ventanas. Firmado con sangre, el director jefasa de todos completas los proyectos de la Nasa, ¿qué pasa?”.
Y la mona, feliz y consciente de que su protegido podría aprender cosas de provecho durante el viaje, le arregló los botones del traje, se despidió de la familia y, con los tapergüeres de empanadillas de doña Genara, se llevó a José Manuel de la mano hacia el cohete.
Desde lejos, doña Genara, en suspensión, lanzaba y encasquetaba el casco limpiamente sobre la cabeza de José Manuel, que iba loco de contento.
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domingo, octubre 30, 2011
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domingo, 23 de octubre de 2011
AMOR AL AIRE LIBRE.
Horacio Mendrattore era el clásico gentleman de peo fácil. Su capacidad para airear sus asuntos internos estaba contrastada, y durante su larga e intensa vida se le reconocieron escapes producidos en miles de circunstancias: Desde la tronada en fiestas del tambor de Alicante hasta la más insonorizada, estilo pinchazo de bicicleta, producida en las trincheras, en primera línea de batalla del frente de Treaxurin, durante la guerra checo-china, una contienda asquerosa donde Horacio ocupó con gran éxito el mando en los puestos de guerra bacteriológica.
Al declararse el armisticio, Horacio se licenció con honores, pero mandó a un íntimo amigo a recoger su medalla al valor, dado que ese día por la mañana había ingerido un par de kilos de coles. En el viaje de vuelta, tuvo que cambiar de asiento seis veces, hasta que consiguieron que viajara al aire libre, en la plataforma del vagón de cola, por las coles.
Cuando sus familiares supieron de su llegada, dejaron la ciudad y se marcharon unos días al Polo Norte, donde, si Horacio se les acercaba, el aire –gracias al eje Terrestre allí pinchado- se movería con mayor facilidad de un lado a otro y podrían huir a contraviento.
Al no ser recibido por nadie en la estación, Horacio suspiró de un modo distinto al habitual, dando rienda suelta a su furia intestinal sin reparar en que la fuerza de reacción le desplazó unos metros hacia delante, hasta estar a punto de caer sobre las vías, situación de la que fue rescatado por una dama que, al agarrarle, soltó tal estruendo que su vestido se levantó como sostenido por un artista de las marionetas. Y todo con una sonrisa compartida mientras duró el dueto de la sección de vientos.
-Ha estado usted a punto de matarse, señor, -le dijo la mujer, joven y de cara redonda, hoyuelos y piel de manzana-. Menos mal que estaba cerca.
Los dos, a sabiendas de su predestinación, se pusieron rápidamente de espaldas a la vía, conscientes del peligro de que una nueva ráfaga los impulsara hacia la posibilidad de ser arrollados.
De hecho, una vez recogieron las maletas de Horacio, no necesitaron taxi para llegar al domicilio de la mujer.
Ambos vivían solos y decidieron hacerlo juntos a partir de ese momento, elaborando un plan conjunto que evitaría, si no la descarga y simultáneo desarrollo fónico, sí la posterior difusión con ataque a las pituitarias, de modo que muchos alimentos pro aeróbicos quedaron prohibidos por decreto y los permitidos se guisaron en una cocina eléctrica, descartando el gas natural dentro de lo posible.
Ambos propulsaron un porvenir dichoso.
Y no les fue mal juntos.
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domingo, octubre 23, 2011
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Retazos de Sevilla
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miércoles, 19 de octubre de 2011
ESCRIBIR
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sábado, 15 de octubre de 2011
JUBILACION
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miércoles, 12 de octubre de 2011
Obsesión
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martes, 11 de octubre de 2011
COMO EL SABOR A NARANJA
Por eso, tesoro, te digo que exprimiré cada día el jugo de nuestra historia, tal como he hecho hace un instante con este zumo que ahora tomo. ¿Cuánto tiempo me quedará el recuerdo de su sabor ácido y dulce a la vez, y tan vivo? Aunque no volviese a desayunar zumo de naranja, no podría olvidarme de ese placer que me llenara la boca.
Y también te digo que pase lo que pase, tengo colmada mi alma de ti. Y todo, todo lo modificado hasta hoy, me ha merecido la pena. Ya me ha merecido la pena, mi amor. Aunque se acabe mañana.
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lunes, 10 de octubre de 2011
A vista de pájaro
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domingo, 9 de octubre de 2011
Almonaster otoñal
Mientras continúe esta sequía de palabras, os hablaré con mis imágenes.
Estas fotos pertenecen a Almonaster la Real, un pueblo que se merece algo más que un paseo por sus empinadas calles y un degustado de productos ibéricos.
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domingo, octubre 09, 2011
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UN DIA EN LA SIERRA NORTE DE SEVILLA
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domingo, octubre 09, 2011
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AUNQUE MAÑANA SE ACABE.
Después de tal latido como éste,
cómo pensar de nuevo en conquistarte;
a ver si están los cielos de mi parte
o al menos para algún cuerpo celeste.
No hay verso que mejore lo que tocas,
la levedad furiosa de tus besos,
la ausencia de dolor ni el aire espeso
que queda al respirarlo de tu boca.
Cómo empezar de nuevo el galanteo,
sintiendo que se electrocuta el cuello,
que se eriza mi piel, se riza el vello
al acercarme a ti dando rodeos.
Qué voy a conseguir tras tu respuesta,
después de tanto vértigo y mareo
con giros, con parábolas; no creo
que merezca la pena dar más vueltas.
Tampoco sé si acierto el acertijo
muriéndome por verme satisfecho
de haber cumplido, los deberes hechos.
Insuperable vida, punto central y fijo:
haber nadado vivo entre tus pechos.
Decídelo, mi bien, elige, di
si quieres que mi vida continúe
al lado de la tuya, y se sitúe
mi cuerpo en la promesa que te di.
Será tu propio corazón quien hable,
pues sólo el corazón tiene la clave.
Aún suponiendo que mañana acabe,
será su decisión inapelable
y hará jurisprudencia, bien lo sabes.
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Gabriel
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sábado, 8 de octubre de 2011
haiku
Sol de otoño
el canto del pájaro
agitan mi alma.
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jueves, 6 de octubre de 2011
EDITORIAL OCTUBRE 2011. INICIO DE CURSO.
Desde que nació el mundo, y hace más de tres cuartos de hora de eso, andamos rodeados de preguntas. Se hacen, se lanzan, se piensan y más o menos se responden. Y son las respuestas las que encauzan el progreso en una u otra dirección, llevando al desastre o a la belleza o más sencillamente a una u otra forma de caos.
Preguntas sencillas: ¿Estudias o trabajas? ¿No te tocaba bajar la basura?, no mucho más allá de ¿Te crees que voy a rebajar tu deuda porque sí?
Lo que importa son las respuestas, las decisiones y la puesta en marcha, sin desdeñar, jamás de los jamases, las formas en que lo hacemos, si con los dientes apretados o sólo dejándolos ver, blancos, adornando una sonrisa.
Tras una diatriba como ésta, pocos han podido conciliar el sueño a la primera. Lo sé y –consciente de ello- voy a enviar una pregunta incisiva, concisa, práctica, concreta y nada capciosa. Pero, y aquí está mi modesta aportación, ¡Incluye la respuesta!
Sí amigos, sí. Lo he pensado y sin dudarlo la incluyo un renglón después de formular la pregunta.
Para todos ustedes, sin ánimo de lucro y en primicia, ahí les voy:
-¿Qué hace falta paraleernos?
-Escribirnos.
Tengan ustedes muy buenos días.
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jueves, octubre 06, 2011
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